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2 94 SATURNINO ARA ción particular y en común, sea o no oración litúrgica, y pondrá los me­ dios necesarios al estudio y expansión también en común. El equipo parroquial compuesto por religiosos corre el riesgo de caer en el peligro del «parroquismo», tomando actitudes de intolerancia con quie­ nes no se consagran de forma inmediata a la labor parroquial4S. El parro­ quismo, en el caso de los religiosos con cura de almas, suele ser la conse­ cuencia de un creerse más identificados con la iglesia local, sólo y exclusiva­ mente por el hecho de la cura parroquial. Olvidan que es ésta una forma de servicio a la iglesia local superada por la historia de los Institutos reli­ giosos. Sabemos justificar y explicar este peligro, pero lo juzgamos atávico. Frente a esa tendencia actual, tan fuerte, que trata de incorporar todo el caudal en la unidad pastoral, la posición parroquista nos resulta ridicula e inexplicable en mentalidades de hombres que profesan, por vocación, la aceptación de servir con gozo al bien de todos los hombres, sus hermanos. Creemos haber insinuado suficientemente las posibilidades que la cura parroquial, entregada a los religiosos ofrece para la profundización y, luego expresión, de realidades como la vida fraterna, la oración en común y litúr­ gica y demás realidades comunitarias de la vida religiosa. Antes de dar fin a esta enumeración de ventajas quisiéramos volver, no ya sobre los riesgos que supone el querer implicar a toda la comunidad religiosa en las tareas parroquiales, sino sobre las grandes ventajas que reporta a la cura parro­ quial una graduada y prudente incorporación de todas las fuerzas de la casa religiosa y, en particular, de los hombres especializados en técnicas pasto­ 48. Este peligro del «parroquismo» no es sólo un fenómeno posible, sino un hecho y realidad que hemos podido constatar personalmente en diversos encuentros de párro­ cos y coadjutores pertenecientes a distintos Institutos religiosos. Estos resultan ser, con frecuencia, los menos comprensivos con otras tareas de Hermanos que no sean la cura parroquial, pero que gastan buenas energías en el servicio de la iglesia local, si bien con proyección fuera del territorio parroquial y al margen del control de la institución parroquial. Citamos un ejemplo de orientación escrita sobre el particular. Se habla de los religiosos con cura parroquial: «Si conservi un fraterno legame con le comunità religiose operanti nell’ambito parrocchiale, interessandole, e dove possibile, impegnandole all co­ rresponsabilità parrocchiale» (Direttorio delle parrocchie affidate ai cappuccini d’Italia, 23). Puede darse el peligro contrario de un desinterés total por parte de la comunidad religiosa. V. Curco, o. c., 507, escribe: «Algunas comunidades religiosas que tienen enco­ mendada una parroquia pueden caer en el ilógico desvío de desinteresarse, en cuanto comunidad y con el superior al frente, de la actividad parroquial encomendada directa­ mente a tres o_ cuatro responsables. Ésto manifiesta, además de un desinterés por los problemas eclesiales, un desconocimiento de la comunión fraterna que debe existir en toda casa religiosa y que exige que la comunidad asuma como propia toda labor reali­ zada por cada uno de los hermanos. La mera yuxtaposición de oficios y personas en una casa religiosa, por muy reglamentada y ordenada que se presente, no pasará de cons­ tituir empresa o agencia de servicios, nunca comunidad evangélica. Las consecuencias de esta anomalía, donde la hubiere, son fáciles de descubrir. Por una parte la comunidad parroquial de laicos notaría con escándalo v tristeza la lejanía de una pequeña comuni­ dad de «evangélicos» que se desentienden de sus inquietudes. Por otra, se llegaría a una competencia entre el equipo parroquial y la comunidad distanciándose aquél de sus her­ manos en religión y provocándose de esta manera la pérdida de la propia identidad re­ ligiosa».

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