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292 SATURNINO ARA La cura parroquial en una gran ciudad es, mientras la institución misma parroquial no cambie, una de las tareas más absorbentes de la Iglesia. Exige dedicación al militante y a la masa. Requiere horas de oficina y de minucio­ sidad en libros parroquiales, cuando no se cuenta con personal auxiliar com­ petente. Una «buena» labor parroquial, mientras no se juegue la parroquia la última carta que le queda por jugar, que es la territorialidad, pediría tam­ bién la estabilidad del personal al frente de la misma, como medio de llegar a conocer una feligresía, que, por leyes de la inmigración, ya no es estable. Tres años de permanencia en un lugar es el término medio que dan las esta­ dísticas que hablan de la inmigración en la gran ciudad. Y para quienes es­ tán más asentados, el fin de semana es ocasión para escoger un templo a su gusto donde cumplir las obligaciones cristianas o entrar en contacto con quien da unas explicaciones homiléticas de acuerdo y conformidad con la propia mentalidad y sensibilidad espiritual. El precio pagado por la vida religiosa, a causa de la estabilidad que lleva consigo la cura parroquial, pue­ de resultar caro para la Iglesia. Porque, en principio, la vida religiosa es abierta a la movilidad y, más en particular, el carisma franciscano-capuchino. Francisco de Asís, reaccionó frente a la estabilidad monástica42. También la vida religiosa, en general, y el carisma franciscano, de forma especial, nos hablan de servicio de suplencia en la Iglesia y de minoridad4j, aspecto cuya presentación nos llevaría demasiado lejos en un trabajo que hemos titulado Los Hermanos Menores Capuchinos y el ministerio parroquial44. 3.2. La vida fraterna La cura parroquial como forma nueva de inserirse los religiosos en la iglesia local es, a nuestro juicio, una de las más ricas experiencias por las que pasa la vida religiosa a efectos de vida fraterna, sino fuera por la am­ bigüedad que reviste el mismo hecho de la aceptación de parroquias 45. 42. Cfr. C. E sser , La orden franciscana. Origen e ideales, Burgos 1976. 43. Cfr. C. E s s e r -E . Grau, Documenti di vita francescana, Milano 1972. 44. Terminamos de trascribir la Constitución 150 de los Hermanos Menores Capu­ chinos que reglamenta la aceptación de parroquias y que reproducimos, en parte, en la nota 16: «Para que al recibir este ministerio se guarde la conformidad con nuestra vo­ cación, prefiéranse de ordinario las parroquias donde fácilmente podamos dar testimo­ nio de minoridad y realizar nuestra forma de vida y trabajo en fraternidad; para lo cual, los Superiores mayores o las Conferencias de Superiores Mayores publicarán normas di­ rectivas, si lo juzgan conveniente. Tengan presente que el bien de las almas exige cierta estabilidad en el ministerio parroquial; por lo que los Superiores, tanto al presentar como al remover a los herma­ nos, atiendan no sólo al bien de la provincia sino también al de los fieles». 45. «A priori non si dica che un cappuccino parroco non è un buon cappuccino... pero senza equivoci. Dico perciò: "senza ambiguità” da parte nostra —parroci senza ambiguità. Nella accettazione delle parrocchie, senza ambiguità. Qualche volta nelle do­ mande rivolteci perché l’Ordine accetti una parrocchia, abbiamo scoperto che nella dio­ cesi ci sarebbero abbastanza sacerdoti secolari per prender la parrocchia. Però essi prefe­ riscono essere professori, così la domenica sono liberi, hanno tre mesi di vacanze estive

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