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LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS. 287 través de las funciones apostólicoss que desarrollan en sus templos. Los reli­ giosos trabajan también en la enseñanza. Se entregan a la predicación. Todos se ocupan en ministerios y atención a sus templos en los que el apostolado adquiere gran amplitud. Los templos son obra de Ordenes y Congregacio­ nes, escasas de recursos financieros, pero que, en virtud y en fuerza de su voto de pobreza, gozan de la libertad evangélica suficiente para levantar esos templos en servicio de la iglesia local y dotarlos de instalaciones muy bien acomodadas para hacer frente a las necesidades de un apostolado actual. ¿Se podría haber evitado el que todos esos esfuerzos se realizaran al margen de una pastoral planificada? Ahí están los hechos y con resultados positivos para la comunidad cristiana en su versión de diocesana, parroquial o más genérica de iglesia local. Una buena y correcta planificación de las necesidades eclesiales y una mejor canalización de los bienes económicos permitiría hacer frente a la construcción de los templos, centros de enseñanza o de asistencia, etc. Que­ dará siempre, a pesar de todo, un camino abierto a ese espíritu de servicio en favor de la iglesia local que ha caracterizado la vida consagrada, sus ca- rismas y sus obras específicas. La vida religiosa podrá siempre adentrarse por las vías duras y ásperas del desprendimiento y pobreza que, sin duda ninguna, le impulsaran a la obra de construcción de templos y otras inicia­ tivas en beneficio de la iglesia local. Nos gustaría un poco más de imagina­ ción y un algo más de creatividad entre los religiosos para que las iniciati­ vas que deberían caracterizar su vida de carismáticos y el empeño particu­ lar de construir templos en servicio de la Iglesia, no terminaran con un en- cuadramiento dentro de la estructura parroquial, válida de por sí. La insti­ tución parroquial está necesitada del empuje de alguien que la lance pol­ los caminos de la modernización y actualización, que la ponga a tono con los signos de los tiempos que, hoy más que nunca, piden iglesias o templos abiertos a la atención de un mundo que considera su hogar todo territorio nacional o internacional. 2.3. Las comunidades eclesiales de base La reflexión sobre la parroquia como institución y la creatividad propia del carisma religioso nos induce a pensar en las comunidades eclesiales de base como una solución a esos dos aspectos reflexionados. Nos preguntamos: ¿Son las comunidades de base nuevas parroquias? ¿Han sabido los religiosos servirse de este movimiento del espíritu para vigorizar su actividad apos­ tólica? El fenómeno de las comunidades de base no es exactamente un fenóme­ no de Iglesia. Es más bien de antropología general y expresa claramente la búsqueda de relaciones distintas entre los hombres frente a la creciente pre­ sión de estructuras sociales que limitan la libertad del individuo o impiden

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