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LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS. 285 horario que satisface las necesidades espirituales de una clase de gentes sin la obligación de un trabajo reglamentado y diario y que pueden darse la satisfacción de interrumpir su mañana para cumplir con sus inquietudes re­ ligiosas, como pueden ser la misa cotidiana y la participación eucarística. Sería urgente, para comenzar, que esos mismos templos acomodasen sus horarios de culto y servicio a la iglesia local con miras a atender a un pú­ blico que termina su jornada intensiva de trabajo o su jornada normal, e inmediatamente se traslada a los templos para participar en una eucaristía, aquietar su conciencia con el encuentro de un confesor o resolver su pro­ blema de duda de conciencia o formación cristiana, recurriendo a la especia­ lidad de un templo o casa religiosa y en servicio a la iglesia local —parro­ quial— , con una misión especializada31. No cabe la menor duda que, cuanto más vivas fueran las diócesis y las parroquias, más necesitarían de servicios espirituales especializados. Y, a su vez, cuanto más eficaces fueran esos ser­ vicios especializados, más viva sería la vida cristiana de la diócesis y de la parroquia. Caso piloto podría ser el del trabajo especializado en el confeso­ nario y dirección espiritual. Se lamenta la disminución o retraimiento de los fieles ante el confesonario. Templos que cumplían ejemplarmente con esta función han visto disminuir de manera alarmante el número de feligreses que requerían el ministerio y servicio de una absolución y de un consejo oportuno. Puede ser signo de una crisis, explicable por una mayor madurez de conciencia y del concepto de pecado en su aspecto ético y teológico. Pe­ ro ciertamente que, en algunos de los casos, es falta de renovación en las técnicas pastorales, tanto de la confesión individual como colectiva. La unidad pastoral necesita del equipo de hombres que vivan intensa­ mente el drama del pecado en las conciencias ajenas, el misterio de la Mise­ ricordia del Señor y hayan hecho vida propia la actitud de Cristo en el pe­ cador, para saberlo acoger con entrañas de caridad. Esos mismos hombres necesitan estar renovados en la ciencia de la moral, tener más modernos co­ nocimientos antropológicos, sicológicos y culturales, para ayudar a superar la psicología del hombre siempre atormentada por la conciencia de la cul­ pabilidad o del pecado32. El cristiano, hombre de la gran ciudad, necesita 31. Cfr. L. S m its , o . c ., 159, donde se habla de la conveniencia de que los templos religiosos encuadrados en la unidad pastoral pongan de manifiesto su carisma particular. 32. «El "reconocerse culpable” puede incluso ser una forma de deserción de la libertad y reinserción servilista en los otros, en la social. Los análisisdel psiquismo pro­ fundo han hecho descubrimientos que deberíamos calificar de asombrosossi la capacidad humana de asombro no fuera tan escasa. Se pensaba que lo humano era recusar toda culpabilidad, absolverse de pecado, que era Dios quien unay otravez tenía que des­ pertar la conciencia de pecado. Pero resulta quela verdad es másbien lo contrario: Dios se inclina a absolver, no acusa o su acusación está anulada apriori por su perdón, mientras que en el hombre hay una propensión morbosa a atribuir culpa y pecado, a la auto-tortura, al masoquismo, a la autodestrucción; el hombre se empeña en hacerse in­ feliz tanto como aspira a la felicidad. Como proyección de este tenebroso mundo inte­ rior, el hombre se ha creado un Dios y un ultramundo a su imagen y semejanza. Nietzsche

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