PS_NyG_1977v024n002p0273_0308

284 SATURNINO ARA dos ministerios tan diversificados que enriquecen y hacen evangelizadora a una iglesia local. La unidad pastoral la compondría un conjunto de fieles que podría alcanzar la cifra de los 100 . 000 , todos ellos radicados en un sector urbano con diversos templos parroquiales, iglesias de religiosos y capillas, colegios, centros hospitalarios, asociaciones apostólicas, etc. Un sacerdote no sería nombrado párroco o vicario de ésta o aquélla zona o parroquia, sino miembro de un equipo con competencia estrictamente limitada a su especia­ lidad, v.gr., juventud universitaria, grupos de obreros, comunidades-bases, catecismo entre niños o adultos, asuntos matrimoniales, etc. Existiría un or­ ganismo burocrático centralizado. El principio de autoridad jerárquica po­ dría ser salvado dentro de una práctica de colegialidad que ayudaría la uni­ dad y favorecería el que la responsabilidad fuera confiada a un centro coor­ dinador de especialistas y comprometidos, y no a un párroco, imposibilitado de abarcar y especializarse en todas las facetas del campo de la pastoral. Una visión de este género representa para los religiosos la salvaguarda de sus fines específicos y estímulo para una toma de conciencia seria res­ pecto a su actitud gregaria frente a las parroquias. 2.2. La actividad apostólica de los religiosos: funciones parroquiales y no parroquiales «Puede decirse: lo que vale la parroquia vale el cristianismo. Si la pa­ rroquia es vida, el cristianismo será vivo. Un Obispo no puede vivificar su diócesis más que animando las parroquias. Por otra parte, si la parroquia no es vida, pueden los religiosos establecer un lugar de culto, reunir en él a los cristianos fervientes; pero nunca llegarán a alcanzar la masa de la po­ blación, como debe hacer la parroquia, y como puede hacerlo, cuando es una buena parroquia»30. Esta afirmación tiene su parte de verdad y su mu­ cho de radicalización. En su radicalización sostiene que es el clero secular quien mantiene la vida cristiana y en la parroquia. En su parte de verdad recuerda que los templos y la actividad apostólica del clero regular se han dedicado a acoger, con cierta preferencia, una élite cristiana y sostener mo­ vimientos y asociaciones religiosas que debieran haber sido más abiertas a una acción evangelizadora en un sentido más eclesial, llámese diocesano o parroquial. La acción pastoral de los Institutos religiosos ha sostenido y mantenido también la fe de grupos muy comprometidos con la base y masa, pero, ordinariamente, los templos de los religiosos han dedicado su atención a fieles cuyo carácter y modo de ser ha podido dar a la religión esa visión de aristócrata, con pérdida o descristianización de la misma base. Aun ac­ tualmente en algunos templos de los religiosos se mantiene un horario de culto que responde a las «exigencias» de hace veinte o treinta años. Un 30. J. L eclercq , Donde va la Iglesia, Madrid 1971, 46.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz