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E L PECADO ORIGINAL. 203 A sí como Gén 3 se encuentra ostensiblemente solo al hablar de la caída originaria, en similar ostentosa soledad se encontraría Rm 5, 12-12, cuando se quiere estudiar el tema del pecado original en el N .T. Los demás testimo­ nios serían secundarios, incompletos y, en opinión de muchos, inexistentes. Conviene, sin embargo, ver, siquiera rápidamente, la situación en que se encontraba la cuestión por los años cincuenta. Por lo que respecta a los Evangelios reconoce Dubarle que «los exégetas, generalmente, piensan que el Evangelio no habla del pecado original» 18. Con todo, él dedica algunas páginas a matizar esta afirmación, para llegar a la conclusión: «el Evangelio ofrece, más en el entretejido básico que a flor de textos, las líneas fundamentales de la doctrina del pecado original. Por acción del diablo se perdió el estado de inocencia primitiva. E l hombre actual, al recibir la vida de una raza pecadora, contrae cierta mancha, es afectado por la dureza de corazón, queda sometido a la muerte, en sentido malo indeterminado. Pablo no hará sino expresar esta misma enseñanza en un lenguaje más preciso, y añadir una directa referencia a Adán, no expre­ sada en el Evangelio» 19. Apreciación ésta que podríamos calificar de muy generosa con los textos. Los escrituristas y teólogos de la época no darían tanto valor a los textos evangélicos. Jesús, ciertamente conoce la pecaminosidad humana universal, sabe que los peca­ dos brotan del interior, del corazón del hombre, que es malo. Pero, precisamente el Evangelio insiste en la responsabilidad personal y no hace alusión a ningún pe­ cado primordial hereditario o contagioso. Por otra parte, cuando se alude — no se explica— al origen del pecado en el mundo, es más bien el diablo, una fuerza sobrehumana y no el hombre mismo, el causante principal20. El texto de E f 2, 3, "et eramusnatura filii irae = y éramos por natu­ raleza hijos de ira” , ha sido aducido en siglos pasados, conmucha frecuen­ cia, como testimonio a favor del pecado original. J. Mehlmann dedicó al te­ ma una monografía muy documentada. Veamos sus conclusiones. Por lo que se refiere a la tradición afirma que los Padres latinos unáni­ memente, en forma expresa o equivalente, entendieron el mencionado pasa- mer pecado en el relato del Génesis, 159-191. G . L am bert, Le drame du jardín d’Eden. H. R enckens, Creación, 253-271. 18. Le péché origine!, 105. 19. Id., o . c., 113 s. 20. Por ej., Juan atribuye el mal y el pecado al diablo, señor deeste mundoy ho­ micida desde el principio: Jn 12, 31; Í4 , 30; 16, 11; 1 Jn 4, 4; Jn 8 , 44. Marcos tam­ bién ve a la humanidad pre-cristiana bajo el poder del demonio. Idea que aparece en las epístolas paulinas con alguna frecuencia. B. — La d o ctrin a d el p eca d o original en el N. T e s ta m e n to .

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