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2 6 6 ALEJANDRO DE VILLALMONTE ciliar la narración genesíaca sobre el origen del hombre con los datos de la cien­ cia. Esto llevó a precisar con más rigor el sentido auténtico de la Palabra de Dios sobre el problema debatido. Hubo, además, motivos más al interior de la misma ciencia bíblica que impulsaron a una relectura más exigente y crítica de las Fuentes del dogmadel pecado original. Resumimos los resultados. 3—El tema del pecado original en el A. Testamento. Fue estudiado aho­ ra con renovada profundidad, según permitía el estado mucho más avanzado de los estudios bíblicos y de la naciente teología bíblica. La caída primera de la humanidad era vista en un contexto doctrinal mucho más amplio: Primeramente, dentro de la Historia general de Sal­ vación a la cual está subordinada, ya que toda la narración de Gén 3 cul­ mina en el «Protoevangelio». Por otra parte, aquel hecho concreto viene con­ templado en la perspectiva más universal de la situación humana teológica­ mente miserable. Situación determinada por la existencia del dolor, la muer­ te, el pecado. La narración de Gén 3 sería la explicación etiológica de la si­ tuación actual. Esta «explicación» no tiene por qué ser única, ya que la raíz del pecado no está sólo en Adán, sino en el corazón de cada hombre y en los pecados que de allí brotan todo a lo largo del humano vivir. Con esto se pone de relieve el carácter dinámico, histórico,progresivo de la primera falta. El pecado, que, por culpa de Adán, entró en el mundo, es una fuerza que va creciendo generación tras generación a medida que los hombres reavivan este «fuego devastador» y lo acrecientan con la aportación de sus pecados personales. Surge así en el horizonte la idea del pecado de la humanidad, el «pecado del mundo», realidad que, alimentándose desde sí misma, provoca constantemente la situación pecadora de toda la humani­ dad histórica. Así queda de manifiesto, por una parte la solidaridad de todos los hom­ bres en el pecado del mundo y por otra el hecho de que Adán no es ya el único causante de tal situación, sino el iniciador de un proceso que se va completando cada época. Siempre bajo el «control» de la voluntad Salva­ dora de Dios, de su misericordia que pervive por generaciones. La historicidad de la narración genesíaca es un presupuesto intocable. Se trata de una historicidad «peculiar», pero verdadera; reducida a lo esen­ cial, pero imposible de negar. Sigue firme, por tanto, la historicidad de la figura de Adán, de su estado de «elevación» paradisíaca, su caída. Los «pri­ vilegios» de aquella situación fueron mantenidos, en lo sustancial. Bajo es­ te aspecto tal vez los exegetas no lograron la suficiente autonomía y se de­ jaron guiar excesivamente en su trabajo por los prejuicios de los teólogos sistemáticos. Se confirma, sin embargo, la idea, de que la figura del pecado original no aparece ya configurada en el A.T. Se inicia allí un tema que sólo en Rm 5,

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