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EL PECADO ORIGINAL. 201 con Dios; y la convicción, específicamente semítica, de que el mundo exterior siempre está asociado a la situación interna en que el hombre se encuentre con relación a D io s 12. Piensa Renckens que no podría dudarse de la historicidad real de la primera caída y de que, a consecuencia de ella, la situación del hombre ante Dios (y ante el universo en torno) cambió desfavorablemente. Con tal relato los sabios de Israel querían dar una explicación — etiológica, sapiencial — na­ rrando el comportamiento del padre primero de la familia humana. Pero, a diferencia de otros autores de la época, Renckens insiste en la participación en la misma situación de pecado, en el pecado hereditario. «Nosotros somos por nacimiento pecadores... Aun prescindiendo de la culpa personal, ya por naturaleza llevamos el sello del pecado y de la miseria»... Con toda certeza el hagiógrafo quiere — y con esto tocamos el núcleo de su testimonio— ex­ plicar nuestro estado actual. Este Adán no es sólo imagen o tipo, sino tam­ bién causa real de nuestro estado. La culpabilidad y la miseria humana es­ tán estrechamente unidas, y ambas se remontan al pecado del paraíso, en virtud del cual nos hemos convertido en una raza impura, privados heredita­ riamente de la benevolencia divina (privatio gratiae hereditaria — pecado hereditario, no sólo castigo hereditario)» 13. L. Arnaldich estudió, con especial detención, la historicidad propia de los once primeros capítulos del Génesis. Algunos exegetas, dice, se tomaron «excesivas libertades» en referencia a la «historia» bíblica propia de Gén 1-11. Después de historiar la cuestión, el autor se confirma en la historicidad real del relato, si bien la «historia» no hay que tomarla en sentido moderno. Esta historicidad peculiar afecta a una serie de hechos que tienen relación directa e inseparable con los dogmas religiosos. Insistiendo en esta historici­ dad, corrobora sus afirmaciones con los últimos documentos pontificios. La historia de Gén 1-11, es real, pero «peculiar». La pecularidad consiste en el nivel popular, catequético, precrítico en que se mueve y en la intención re­ ligioso-teológica básica. «E l autor sagrado no sólo propone verdades religio­ sas en forma histórica, sino que apoya estas verdades sobre hechos reales, objetivos, sucedidos en el tiempo y en el espacio» H. En forma más directa para nuestro estudio nos interesa la interpreta­ ción que Arnaldich propone sobre la narración del paraíso y de la caída ori­ ginaria. Indudablemente que la narración del paraíso contiene elementos sim- 12. R enckens trata el tema del «estado paradisíaco» con toda amplitud y matiza- ciones, 153-207; 272-281. Ver J. Jerem ías, «paradeisos», en THWNT. E. C oth en et, supra, p. 40. 13. R enckens, o.c., 251. Ver 242 s, 252. Allí mismo el autor hace depender la verdad de esta afirmación de la realidad de la paternidad física de Adán sobre la huma­ nidad entera; lo cual para nosotros no es tan seguro como pudiera serlo para Israel. 14. H isto ric idad de los once prim eros cap ítu los, 424. Ver 385-424. Id., ¿Todav ía la cuestión b íb lica? , 172-208. Id., E l origen del mundo, 17-32.

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