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258 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Concluyendo su estudio, la razón propia de pecado en original la ve en el hecho de que éste es voluntario en la voluntad de Adán, en su origen. El hecho de que participemos en las consecuencias del pecado adánico no sería razón para hablar de pecado estricto en nosotros. Por ello hay que ver allí implicada la muerte espiritual, la separación de Dios que lleva, de suyo, a la muerte y separación eterna. A esto llaman los latinos «pecado original», si bien los orientales no llegan a darle esta denominación. Naturalmente, hay que pensar siempre en una aplicación analógica del concepto de «pecado» a tenor de lo dicho81. B. Kloppenburg no comparte la opinión común que pone la esencia del pecado original bien en la privación de la gracia, bien en la privación de la justicia original. Partiendo del hecho de que el original es pecado en sentido verdadero, propio de cada uno, piensa el autor que a éste hay que califi­ carlo, en cuanto a su género próximo, como un pecado habitual: una situa­ ción de desorden moral objetivo ontològico, que continúa la torcida relación personal con Dios, consecuencia de un acto voluntario, pecaminoso. Esto es lo genérico. Lo específico sería la hereditariedad de tal situación: ésta ha sido provacada por Adán. De aquí derivan las demás características de este estado, como privación de la gracia, reato de culpa y pena, etc. «Afirmar, pues, que alguien contrae el pecado original quiere decir que viene a la existencia en aquel mismo estado habitual de culpa grave que encontramos a Adán después de su primer pecado; es decir, en un estado de habitual apartamiento de Dios, de relación torcida respecto de su Creador»; con las demás conocidas conse­ cuencias 82. E.— Las consecuencias del pecado original. Durante siglos tales consecuencia se fijaron en la fórmula «spoliatus gra- tuitis, vulneratus in naturalibus: despojado de lo gratuito, herido en lo natural». G. Biffi comenta este adagio teológico, primero en su historia y luego en su contenido, según el lo ve. En el aspecto histórico observa el hecho de que los teólogos, hasta el siglo xv, entendían la herida de la naturaleza en sentido real, interno, aunque no esencial. El hombre caído difiere del Adán paradisíaco «como el enfermo del sano». Mientras que a partir del siglo xvi se abre camino otra interpretación: el hombre caído difiere de Adán «como el desnudo del que está vestido», es decir, una diferencia puramente extrín­ 81. J. S agúes , El pecado heredado de Adán es pecado en sentido estricto y propio en cadauno de sus descendientes, 77-112. Conclusión, 110-12. 82. B . K loppenburg , A esencia do pecado original, 20. V e r 6-20.

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