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250 ALEJANDRO DE VILLALMONTE El lector puede apreciar el amplio frente de ataque que tales explicacio­ nes «curiosísimas» ofrecen a una reflexión científica, crítica y sobria sobre el modo cómo el pecado original se propaga. C.— El estado de justicia original. Como es sabido, la afirmación del estado de «santidad y justicia» origi­ nal en el primer hombre iba unida al dogma del pecado original como un presupuesto que condiciona del todo la existencia de éste. Así se expresa to­ da la tradición y así lo ve también el concilio de Trento. Tuvimos, además, ocasión de comprobar que esta afirmación, tan adherente al dogma del pe­ cado original en sí mismo, ofrecía especial blanco a los ataques de la ciencia evolutiva moderna. ¿Con qué resultado? 1 .—El impacto de las nuevas objeciones en la enseñanza teológica al res­ pecto no podía menos de dejarse sentir; pero no fue decisivo. Algunos teólogos siguen del todo en la línea tradicional. Conocen las objeciones de la ciencia, pero no se dejan impresionar por estas teorías «ra­ cionalistas» que, según pensaban ellos, no podían afectar a los enunciados de la fe. Tal es el caso de /. S. Sagüés, X. de Abarzuza, M. Schmaus, E. Die- k.amp, J. Poblé, J. Gummersbacb, L. Ott, por mencionar los «Cursos de teo­ logía» de más circulación en estos años. Lo mismo habría que decir de M. M. Labourdette y de B. Piault al finalizar el período. I. H. Dalmais cree que lo sustancial de aquel estado sí se contiene en la Escritura; pero no es tan claro el don de inmortalidad y menos los otros que tradicionalmente se men­ cionan. Admitido el hecho sustantivo de la amistad originaria del hombre con Dios el autor se desinteresa de las demás afirmaciones de la teología; las cuales tendrían más bien realización en el futuro, cuando el Segundo Adán restaure y perfeccione la obra del Primero. La doctrina sobre el « esta­ do de justicia original» es uno de los grandes ejes de la teología. Parece que bastaría afirmar, evitando la exuberancia de la teología antigua, lo siguiente: el hombre es creado a imagen de Dios, ya antes del pecado y esta imagen es perfecta, pues le hace al hombre amigo de Dios y le dota de inmortalidad 62. Si fuera posible reducir a una fórmula este impacto diríamos que entre los escrituristas y algunos teólogos sistemáticos hay la tendencia clara a reducir los dones de la justicia original a lo sustantivo: estado de amistad con Dios y la inmortalidad corporal; dejando al margen otras determinacio­ nes y afirmaciones. Y todavía otro estudio titulado: Maternita divina e trasmissione del peccato origínale secondo s. Tommaso, 31-49. 62. I . D . D alm a is , en A. M. Henry, Iniciación Teológica, I, 619. Ver 606-20.

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