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E L PECADO ORIGINAL. 235 del pecado original, que —como tal— es «pecado de la naturaleza», no de la persona. Infectada la naturaleza por el pecado originante, todos los que reciben la naturaleza la reciben empecatada. Esta visión tomista excluiría el hablar de una capitalidad moral o jurídica de Adán, como hacen otros teó logos. Aplicando estos principios tomistas al momento actual el autor señala lo poco correcto que sería el hablar de una culpa colectiva, o de responsabi lidad colectiva en el pecado de Adán. No hubo solidaridad en la culpa, que es personal-exclusiva de Adán. Se trata de que el acto personal de Adán —de él sólo— corrompió la naturaleza, que se propaga, así corrompida, a todos los descendientes y, mediante la naturaleza, afecta a la persona. Por eso en la opinión tomista la generación física adquiere una importancia de primer plano. Esta teoría tendría motivos especialmente fuertes para oponerse al poligenismo 14. La XVII Semana Española de Teología (Madrid, 16-21 septiembre de 1957) estuvo dedicada a "problemas de actualidad sobre el pecado original”. En ella encontramos varios trabajos sobre el tema de la solidaridad de los hombres en Adán. J. Capmany sigue también la línea de Santo Tomás en esta cuestión. En cuentra Capmany que esta doctrina está ya insinuada en el Génesis y expre samente revelada por Pablo, en relación a la solidaridad con Cristo. La ela boran y amplían sus consecuencias Agustín, Anselmo y Tomás, al hablar del pecado original como «pecado de la naturaleza». Según ellos, «Adán pue de ser llamado cabeza del linaje humano, no solamente porque de él descen demos por generación todos los hombres, sino también porque en él todos fuimos elevados al orden sobrenatural, y por él también fuimos constituidos pecadores dentro de este orden sobrenatural» 1S. Hay, pues, una doble capi talidad, natural y sobrenatural. La primera la ejerce por la generación, la segunda —de hecho y por desgracia— trasmitiendo el pecado. «Pero hay una relación íntima entre ambas capitalidades, ya que en este acto de engendrar se trasmite el efecto de la acción capital sobrenatural: el pecado. El acto de engendrar es acción capital en la doble vertiente y para doble efecto. Y así el acto de Adán engendrando hijos es un acto capital en el orden sobrena tural» 16. Entrando en ulterior explicación de dicha solidaridad, J. Capmany recuerda que hay que partir de la concepción de la justicia original como una especie de «accidente de la naturaleza», inseparablemente unido a ella, en la actual disposi 14. L. c., 128-32. Sobre la solidaridad en Cristo, 133-40. De aquí se sigue la soli daridad de los hombres entre sí, en plano físico-natural: exigencia de monogenismo e incompatibilidad del poligenismo. Y luego en el orden moral y sobrenatural, 236-40. 15. J. C apm any , Solidaridad del linaje humano con Adán, 48. Ver 43-50. 16. L. c„ 49, 50.
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