PS_NyG_1977v024n002p0195_0271

234 ALEJANDRO DE VILLALMONTE capital de Adán» en Rm5, 19; ya que la trasgresión de Adán supondría estado previo de amistad con Dios". La misma ¡dea vendría, al menos insinuada, en Rm 7, 9. El cristiano justificado vive ahora sin ley, tan sólo bajo la acción del Espíritu. Por aquella ley de re-instauración y contraste «éste era el carácter que tenía también, desde un principio, la vida de Adán, completamente espiritualizada antes del pecado» (la vida propia de los hijos de Dios), «ésa es la vida que como característica de la justicia original y de la gracia capital de Adán debía haber sido trasmitida a todos sus hijos, si no hubiera entrado el pecado en el mundo» >2. 2 .— Solidaridad de los hombres en Adán. Al hablar anteriormente de las dificultades que la teología pone al poligenismo antropológico, éstas se cen­ traban en el peligro que el poligenismo implica para salvar la unidad del gé­ nero humano, tanto biológica como moral. Unidad que es indispensable man­ tener para explicar cómo en uno hayan podido pecar todos, según sostiene la enseñanza tradicional. Con este motivo la antigua idea de la solidaridad de todos los hombres en Adán, básica en todo el problema del pecado origi­ nal, hubo de ser estudiada y profundizada bajo varios aspectos. L. Ciappi comienza recordando la importancia básica de la ley de la so­ lidaridad en la doctrina del pecado original. Siguiendo a Santo Tomás el autor habla, en primer término, de la solidaridad física natural: Adán es prin­ cipio y cabeza de toda la humanidad; todos forman en él una sola especie humana, una sola familia. Todos están unidos a él por los lazos físicos, cor­ póreos de la generación biológica; pero también por lazos jurídicos y mora­ les. Este hecho está en la base de la doctrina sobre el pecado original b. Pero hay, además, una solidaridad sobrenatural, puesto que Adán es ca­ beza y representante del género humano en el plano de la naturaleza elevada por la gracia. L. Ciappi insiste en el realismo de la unión física de todos en Adán, confirmada por el hecho de que la generación es causa, al menos dis­ positiva, de la trasmisión del pecado original. De no haber pecado, también habría trasmitido la justicia original y la gracia, pero aquella solidaridad de todos en Adán sólo se manifestó en el pecado, en la desgracia. La unión de todos en Adán hay que ponerla en la línea de la naturaleza, no de la persona, y por ello tiene una base física y óntica. Esto permite afirmar que, al tras­ mitirse la naturaleza por generación, sea también la generación el vehículo 11. Lagraciacapital de Adán y el capítulo quinto de lacartaalos romanos, 295-6. Ver 289-300. 12. L. c., 300, 296, 298 s. Nos parece que la exégesis está aquí al servicio de una conocida afirmación, propia de la teología dogmática. Por estos años tanto la exégesis como la dogmática protestante habían realizado ya una radical desmitización de la figura de Adán. No cabe en ellos la interpretación histórica de la figura de Adán y de los su­ cesos del paraíso. Por consiguiente la función del primer Adán respecto de Cristo ad­ quiere un sentido bien diverso del tradicional. Unos años más tarde la exégesis católica va ya por estos mismos caminos, según veremos en la Sec. segunda de este estudio. 13. L. C ia p p i , La solidaritá: lege di naturae di grazia, 123-55. Ver 123-28.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz