PS_NyG_1977v024n002p0195_0271

1 9 8 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE Con esta designación tenemos ya un elemento importante para determi­ nar el género literario propio de estos capítulos y, dentro ellos, de la narra­ ción de la caída originaria. Dubarle insiste en que este carácter etiológico de la narración no elimina el carácter histórico de la misma. Si bien tal his­ toricidad ha de distinguirse nítidamente del tipo de historia cultivada por los autores clásicos grecolatinos; y más aun de la historia documentada y crítica propia de los tiempos modernos. No habría inconveniente en admi­ tir, dentro de esta historia verdadera, elementos míticos inseparables de la mentalidad de la época; pero, no por ello habría que calificar el género li­ terario de este capítulo de simple mito y de narración con significado única­ mente simbólico, como lo interpretaba Kant, Hegel y el liberalismo pos­ terior 3. Manteniendo la historicidad fundamental de lo narrado cabe preguntarse por el origen de tales noticias. ¿Cómo lo saben los narradores? Desde luego, no es probable una revelación primitiva de los hechos, que hubiese de ser retrasmitida, inalterada, durante milenios. N i tampoco los hagiógrafos o re­ dactores últimos tuvieron una revelación concreta y específica de lo ocurri­ do en el paraíso. Se trataría, más bien, de una reconstrucción imaginativa de los hechos, fruto de una reflexión sobre la situación actual de Israel; refle­ xión dirigida por la fe en Dios y bajo la asistencia peculiar del Espíritu. En vista de la situación miserable de la humanidad antes descrita, los profetas y sabios de Israel, bajo la dirección del Espíritu, hacen una reflexión reli- gioso-teológica y dan una explicación sobre cómo se originó tal situación. Sin duda en tal explicación influye, decididamente, la intención de «teo­ dicea», es decir, la intención de no hacer al Dios bueno y sabio, Padre de Israel, causante del mal que existe en el mundo4. En este contexto podemos determinar ya más de cerca las afirmaciones de Gén 3 concernientes, de algún modo, al pecado original. Indudablemente que la intención del autor es dar noticia sobre la caída del hombre en pecado, de modo que la narración del estado feliz previo, sólo interesa en cuanto ayuda a comprender el cambio de situación sobrevenido por la desobediencia del hombre. La caída es el hecho que el autor expresamente quiere resaltar, porque afectó al destino ulterior de Adán y de toda su descendencia. Desde entonces las relaciones con D ios son ya completamente distintas5. Respecto al estado de inocencia primitiva, Dubarle sigue manteniendo su historicidad básica, pero sin insistir en pormenores. Por ejemplo, la ciencia 3. D u b a rle, o. c., 39, 45-60. 4. Ib., 50. Dubarle recoge la objeción de P. Heinisch, que una tal reflexión sapien- cial-etiológica no podría reconstruir los hechos primitivos. Responde D. que no hay mo­ tivo ninguno para negarlo, aunque no siempre y necesariamente sea así. Toca un difícil problema que no desarrolla. Tal vez pudiera decirse que los hechos, en realidad, no son históricos, pues el género literario sapiencial-etiológico no lo exige; si bien la doctrina o contenido teológico enseñado será, de todas formas, válida, 5. D u b a rle, o. c., 60-69,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz