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2 24 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE por ello, la distinción entre justicia original y gracia en Adán sería inade cuada, meramente fo rm al26. En ambos casos los autores quieren hacer una exposición meramente histórica, sin intentar examen crítico ninguno. Pero, estos estudios son interesantes desde el punto de vista histórico: para la historia del pecado original en la edad media y también en los años cincuenta; en cuanto que las ideas y problemas tradicio nales siguen teniendo vigencia y plena aceptación. Por idéntico motivo recordamos aquí un estudio, bastante atinado, so bre la doctrina del pecado original y de la concupiscencia en J. Duns Escoto , debido a J. Finkenzeller. Como orientación general Duns Escoto se encuadra en la línea anselmia- na y somete a dura crítica la corriente agustiniana que él ve representada en Enrique de Gante. En algún caso también a la teoría anselmiana. Una muestra de la originalidad de su enseñanza sobre la cuestión nos la ofrece la interpretación del adagio teológico: Adán al pecar (y la humanidad) que dó «despojado de lo gratuito, herido en lo natural = spoliatus gratuitis vul- neratus in naturalibus». Enrique de Gante, con los agustinianos, admitía en Adán, además del don gratuito de la gracia, el don natural de la integridad que tenía asiento en la voluntad y en las facultades inferiores. En v ir tud de esta integridad natural toda la vida inferior estaba de tal modo dominada por la voluntad que no surgía en aquélla movimiento alguno sin con trol de la voluntad. Por eso, al pecar el hombre es despojado de lo gratuito y sufre una herida positiva en todo su conjunto anímico corporal: herido en lo «natural». Duns Escoto rechaza este modo de ver las cosas. Adán recibió la justicia original gratuita-sobrenatural en su voluntad, ordenándola rectamente respec to de Dios. Como consecuencia del amor perfecto hacia Dios la voluntad dominaba la vida sensitiva y la rectificaba en todo aquello que pudiera im pedir su correcta relación a Dios. Por lo demás la vida sensitiva conservaba sus tendencias naturales hacia los bienes que le son propios, sin que la vo luntad las impidiese más que cuando eran peligrosas. La misma voluntad te nía su natural tendencia egoísta hacia su propio bien; aunque el amor de Dios se sobreponía y rectificaba este egoísmo radical. Como en la actual economía un mártir lleno de amor de D ios se entrega a los sufrimientos, pe ro no quiere decir que naturalmente no tenga miedo a morir. De aquí se si gue que, según Escoto, Adán podía, en principio, cometer faltas veniales, tener imperfecciones en su comportamiento religioso-moral. La concupiscencia y sus movimientos no son consecuencias del pecado original, ni la concupis cencia entra en modo alguno en la razón del pecado original. Es algo comple 26. L. c „ 97-126.
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