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220 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE En primer lugar, la existencia del pecado original. No ha}' un estudio crítico sobre sus fundamentos. Algunos teólogos — señaladamente San Bue­ naventura — recurren a la razón teológica utilizada por San Agustín: los males y miserias de este mundo demostrarían la existencia de una caída ori­ ginaria de la humanidad, pues no puede pensarse que sean inherentes al hombre (imagen de D ios) desde la creación 14. Respecto a la naturaleza del pecado original, domina en la primera mitad del siglo x i i la teoría agustiniana que tiende a identificar pecado original y concupiscencia. La Escuela de S. Víctor insiste en otro elemento muy agus- tiniano también: la ignorancia. De todas formas no dejan de verse las dificul­ tades de esta teoría, concretamente cuando se hable de los efectos del bau­ tismo, que quita el pecado original, pero deja la concupiscencia. La reacción se manifiesta muy clara en Abelardo y su escuela: el pecado original no es pe­ cado propiamente dicho; sólo puede hablarse de que los descendientes sufren los castigos, eternos y temporales, del pecado de Adán. La tradición agusti­ niana rechaza tal interpretación, que desaparece en pocos años. Para Anselmo, según dijimos, el pecado original consiste en la privación de la justicia original. Como ésta consistía en la rectitud de la voluntad, el pecado original consiste esencialmente en la perdida rectitud de la voluntad (por efecto del pecado de Adán) en todo el género humano. La concupiscencia pasa a segundo plano, como mero subproducto del pecado original. Esta explicación no tiene, por el momento, gran aceptación. Pero, por obra, sobre todo, de Alejandro de Hales es recibida en las escuelas y ya no desaparece de ellas. En el siglo xm y siguientes casi todos los grandes teólogos se esfuerzan por mantener esta teoría anselmiana, armonizándola con la teoría agustiniana que daba impor­ tancia primaria a la idea de la concupiscencia como constitutivo del pecado original. Alberto Magno, San Buenaventura, Santo Tomás proponen al pe­ cado original compuesto de doble elemento: elemento material, la concupis­ cencia; elemento formal, la privación de justicia original; con mayor o me­ nor insistencia en uno de los dos elementos IS. La impulabilidad del pecado original se vio ya en aquellos tiempos co­ mo una cuestión muy ardua de resolver. Los partidarios de identificar el pecado original con la concupiscencia se encontraban en especial dificultad. Generalmente fijan aquí el carácter misterioso de esta doctrina. Anselmo recurre a la unidad de todos los hombres en la voluntad de Adán. Un poco a estilo platónico, Adán sería el hombre universal en el cual están todos ; y su voluntad poseería una especie de universalidad virtual, que contendría 14. L. c„ 271-2. 15. L. c„ 272-5.

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