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196 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE de la encíclica «Divino Afilante Spiritu» del año 1943. Los exegetas católicos se sintieron liberados de seculares complejos de inferioridad frente a sus colegas pro­ testantes y frente a los mismos teólogos dogmáticos que daban la norma y el ritmo para el avance de los estudios bíblicos. La teología bíblica empieza a lograr autonomía y hasta principalidad, frente a la teología dogmática. La Escritura ya no es un «locus theologicus» — siquiera sea el principal— de la Dogmática, adu­ cido para probar las tesis o afirmaciones de ésta. No es ése ya el proceso. Lo primero será establecer el sentido bíblico originario de los textos, según criterios literarios y científicos, sin pre-juicios doctrinales no justificados. Posteriormente, ha de ser la teología dogmática la que debe compulsar sus afirmaciones con las de la Biblia y dejarse dirigir por ella. Y no a la inversa, como parece venía suce­ diendo dentro de la teología católica, considerada en su conjunto. Esta mayor autonomía de los exegetas respecto a los teólogos sistemáticos en la doctrina del pecado original se percibe ya con bastante claridad en el período que nos ocupa. Y fue, sin duda, de mucho interés para el progreso de la doctrina revelada en todo su conjunto, al abrir nuevas perspectivas para la anquilosada enseñanza tra­ dicional. Veamos cómo esta nueva situación de la exégesis se refleja en los textos que tradicionalmente se aducían como base de la creencia en el pecado ori­ ginal, tanto del Antiguo como del N . Testamento. A .— La doctrina del pecado original en el Antiguo Testamento. Para darse cuenta de la situación en que se encontraba esta cuestión por los años cincuenta, tal vez el mejor testimonio, en conjunto, sea la obra de A. M . Dubarle "El pecado original en la Escritura” . E l puede servir de base para la historia del dogma del pecado original en la Escritura, en los años que nos ocupan. Comienza Dubarle implantando el tema de la caída originaria en un con­ texto doctrinal más amplio, que permitirá ver mejor su verdadero alcance y significación. E l tema de la caída originaria no es un punto de partida ab­ soluto, ni un bloque errático en el contexto general de la historia de la sal­ vación. Más bien hay que verlo como conclusión de una larga reflexión del pueblo de Israel suscitada y dirigida por el Esp íritu; reflexión que se ha realizado sobre una serie de datos previos: los concernientes al problema del mal existente en el mundo, a la condición humana miserable desde el punto de vista moral y religioso, en que se encuentra el Pueblo y, en gene­ ral, toda la humanidad. E l primer paso del estudio de Dubarle lo constituye, pues, el examen de esta condición humana. Los hechos que, en forma más relevante, han dado que pensar a los sabios de Israel son los siguientes, según los cataloga Dubarle-. en primer lugar el hecho del sufrimiento y de la muerte que, si en ciertos textos del A .T . parece como algo connatural al hombre, sin embargo, pronto se ve co

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