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EL PECADO ORIGINAL. 2 1 3 meten inevitablemente por el hecho de pertenecer a una raza pecadora y de manifestarlo por su conducta55. De aquí que el origen del pecado no lo de­ termine bien Pablo: es Adán y son todos56. Lo mismo pasa con referencia a la trasmisión: afirma el hecho, pero no precisa el modo57. Dubarle insiste en la continuidad básica entre Gén 3 y Rm 5. Pablo no nece­ sitó nueva revelación, sino sólo profundizar en Gén 3 a la luz del misterio de Cristo58. Precisamente es este misterio y su esclarecimiento el que preside toda la perícopa; ilustración a la cual se subordina la mención de la situación peca­ dora universal provocada por A dán59. Pero «para ser fieles al pensamiento de Pablo no hay que presentar el pecado original como la única fuente de los males de la humanidad, ni como más fuerte que las fuerzas de salvación»60. En su comentario a Rm 5, 12-21 Otto Kuss se decide, sin dudarlo, por la interpretación causal del ef’ó y por referir «todos pecaron» a los pecados personales. Pablo afirma, pues, la influencia fatal de Adán en la humanidad, aunque deja indeterminada la relación concreta. Pero, al mismo tiempo, reafirma la responsabilidad personal, «pues todos pecaron»61. En este aspec­ to su pensamiento sería fluctuante. Mas, no interesa tanto, en el caso, ya que Pablo tiene firme la idea de Cristo como única causa de salvación y esto basta. Desde Cristo, desde su gracia hay que entender el misterio del pecado. Sólo cuando se tiene una seguridad plena, por la fe, de que el pecado hu­ mano ha sido vencido por la gracia, es cuando se revela la situación de pro­ funda, radical miseria en que estaba la humanidad62. También hay que re­ conocer que Pablo habla en esta perícopa de la muerte y de su entrada y dominio en el mundo, más que del pecado; si bien ambos poderes malignos operan en perfecta simbiosis63. Respecto al origen de esta situación Pablo explicaría con claridad que la muerte viene por el pecado; pero, «la cues­ tión sobre el origen primero del pecado mismo no la responde propiamente 55. L. c., 165, 168-70. Con esta idea Dubarle parece apuntar ya hacia la figura del «pecado del mundo», que en años posteriores será inseparable de las investigaciones sobre el pecado original. En edición posterior, la de 1967, ya alude expresamente a esta idea, 188-90: la dimensión colectiva del pecado y su universalidad serían los aspectos que se quieren expresar cuando se recurre a esta expresión bíblica de «pecado del mun­ do», 190. 56. L.c., 142: es decir, no da explicación sistemática, 57. L.c„ 164-8. Cfr. 170 s y 158-64. 58. L.c., 146 ss ; tal es el origen bíblico de esta doctrina. 59. L.c., 143-6, 124, 171: «no tiene intención de enseñarnos cuál es el origen del pecado, sino exaltar a Cristo», d?ce citando a /. F reudorfer, 170 nota 2. 60. L. 171-2. 61. O. Kuss, Rómerbrief, 128-32, sobre el ef’ó y la relación del pecado de los hom­ bres y el de Adán. 62. De su convicción de que Cristo es 'Salvación’ brota su idea de que Adán es 'perdición’, /. c., 231. Cristo es el centro y el argumento del pensamiento paulino en esta perícopa, 239 s. La gracia es el concepto central de la bamartiología paulina, 274, 272. 63. Sobre relación muerte-pecado ver el excuraus, 241 ss. Entendiendo siempre la muerte en su sentido complexivo ya conocido, 273, 274, 231.

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