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212 ALEJANDRO DE V ILLALM ONTE comprender concretamente esta relación es cosa que no se declara. Y esto ya en la fórmula ef’ó = in quo, sea cualquiera la ulterior explicación. Mei- nerzt, por su parte, ve la relación, sobre todo, en los versículos siguientes, en la reiterada contraposición entre el Uno para la muerte y el Uno para la vida, entre la acción del primer Adán y la acción del segundo Adán. Con todo, lo esencial de este dogma, la solidaridad de todos en el pecado sí que está expresado con claridad. Esta «solidaridad de todo el género humano ofrece la posibilidad de que todos los descendientes participen, de algún modo, en el primer pecado del protoparente» 50. Debemos a A . M . Dlibarle el comentario tal vez más completo a Km 5, 12-21, en referencia a la cuestión del pecado original. Mencionamos, esque­ máticamente, algunas de sus afirmaciones más apreciables. Por lo que se refiere al análisis del texto Dubarle piensa que hay que abandonar del todo la traducción relativa del ef’ó = in quo — en el cual, y se atiene a la traducción causal «porque», «a condición de que». No cree razonable referir el «en quien» a la muerte51. Esta habría de ser entendida en un sentido total y complexivo que abarca todo lo malo, morboso y peca­ minoso; toda lejanía de la Vida, en la actual existencia y en perspectiva de la eternidad; el pecado mismo y sus consecuencias52. En cuanto al «pecaron», en "todos pecaron” , se inclina por admitir una solidaridad entre Adán y los pecados individuales de cada uno, los pecados de los adultos, de modo que el caso de los niños no entraría en su perspectiva, dice Dubarle, concordando con Lyonnet 33. Sobre el modo cómo el pecado de Adán y el de los hombres provocan la muerte el autor matiza: «no hay doble causa de la muerte: de una parte el pecado de Adán que provocaría la promulgación de la pena de muerte, y de otra parte, los pecados individuales que determinarían la aplicación de esta pena a cada uno. Es una causa única, el pecado de Adán que provoca una conducta pecadora en todos los hombres y de esta suerte la muerte. «Todos han pecado» no significa, pues, una inclusión invisible en el pecado de Adán, ni directamente un estado de pecado, sino actos bien visibles objetivamente malos, que implican una verdadera separación de Dios, aunque tal vez se perpetren sin malicia subjetiva» 34. Aquí y en otros pasajes Dubarle sugiere la idea de que la situación contemplada por Pablo en Rm 5, 12-21 no apunta sólo hacia el pecado del primer padre, sino al conjunto de los pecados de la humanidad, de los hombres todos; pecados que estos co­ 50. L. c., 304. Sobre el sentido deí « e fó = in quo», 302-3. Observa, por otra parte, el autor que Pablo más que del origen del pecado original o hereditario, trataría de la muerte hereditaria, 1. c., 304. 51. Le peché originel, 127-8. 52. L. c„ 149-58. 53. L. c., 127 nota 3, 130 ss, 133-4, 157. 54. I . c., 141-2.

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