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EL PECADO ORIGINAL. 211 Igual a como de Cristo brota una corriente de vida. Ulteriores aclaraciones no las ofrece aquí el Apóstol, si bien, como decimos, el hecho de tal influencia contrapuesta se resalta en todos los vv. 16-20. También es clara la relación entre el pecado de Uno y la situación pecadora de muchos. Pero «cómo el acto singular del protoparente haya influido en la raza, el Apóstol no lo dice ni quizás lo piensa: sólo hace notar el hecho, que en su mentalidad semita y antiguotestamentaria no provocaba ninguna interroga- •/ 4 «: cion» . En Rm 7, 7-25, según González Ruiz, encontraríamos «una vigorosa afir­ mación del pecado original, sobre todo en sus consecuencias permanentes en la humanidad». E l Yo paulino en los primeros vv. es semejante a la del hombre de Gen 3: Primero «en estado de felicidad prim itiva», en el paraíso, lleno de «vida». Entra en acción la ley, que despierta al pecado, antes ale­ targado y que provoca el estado de pecado en que gime Pablo: «E l Yo pau­ lino ... es el hombre empecatado incurso en las consecuencias del pecado originante. Nos encontramos, pues, ante una psicología del pecado original». Si bien en términos más precisos, teológicamente, cabe decir que «aquí se trata directamente del Pecado, no ya como universalmente originante, sino como universalmente originado» 46. Por tanto, de Rm 7 «se sigue una visión coherente y completa sobre la realidad intrínseca del pecado original "o ri­ ginado” en la humanidad» 47. Bajo el epígrafe "el origen del pecado. El pecado original ( o heredita­ rio)” , Ai. Meinerzt insiste en que la situación pecaminosa de la humanidad está puesta por Pablo en relación con el pecado del primer hombre. Para matizar esta afirmación hay que tener en cuenta que Rm 5, 12-21 no tiene intención directa de hablar sobre el «pecado original» ni sobre su origen. Tan sólo lo alude. Presupone que los lectores ya están enterados. La idea e intención fundamental es «ensalzar la superabundante redención de Cristo. La pecaminosidad del género humano sirve únicamente como tras- fondo oscuro, sobre el que resalta tanto más esplendorosamente la verdad de la redención». No quiere hacer del pecado un tema, ni en sus presupues­ tos ni en sus consecuencias 48. Por tanto, tampoco le preocupa el tema del origen del pecado que está en el mundo. Por eso «hay que reconocer que Pablo no expresa de forma clara y perfilada su pensamiento sobre el pecado original» 49. Sin embargo, está reiterada y clara la afirmación de la relación del pecado de los hombres con el pecado del primer padre. Cómo haya que 45. L. c., 180, 177. 46. L. c„ 185. Ver 180-8. 47. L. c„ 187. 48. M . M e in e rz t, Teología del N.T., 302. Ver 301-305. 49. L. c„ 304.

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