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204 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE je de la naturaleza corrupta y del pecado original, así como de su universa lidad y su propagación por generación. Pero, no hay esa unanimidad entre los Padres griegos, pues el Crisòstomo, Teodoro de Mopsuesta y otros no ven allí tal pecado original. Entre los latinos, por tanto, la interpretación pro pecado original no sólo es unánime, sino tradicional y corroborada con numerosos testimonios del Magisterio de la Iglesia hasta culminar en Tren to 21. En una segunda parte de su estudio se pregunta si tal interpretación tradicional — en sentido y amplitud explicada— tiene verdadero fundamento en E f 2, 3, si responde a la mente de Pablo. La conclusión del autor es afir mativa: captaron correctamente el pensamiento del Apóstol todos aquellos que ven descrito en este lugar el pecado original en acción, es decir, el pecado original informado por los pecados actuales. E l Apóstol ve la causa de la situación pecadora de judíos y gentiles en la «innata concupiscencia que des de el nacimiento y por su misma naturaleza le aparta al hombre de Dios por el pecado y la muerte, los cuales, por la prevaricación del primer hombre, entraron en el mundo y afectan a todos». Incluso se puede legítimamente concluir que también los niños serían aludidos en este pasaje «pues son par tícipes de la misma naturaleza caída en Adán, como los demás hombres y, como ellos, reos de la muerte en él contraída» n . Sin embargo, la tesis de J. Mehlmann no ha sido atendida por los exegetas y teólogos actuales. La interpretación no-favorable al pecado original iniciada por el Crisòstomo y otros Padres griegos, se ha impuesto como exegéticamente segura. Valgan como resumen, en este sentido, unas palabras de Ai. Meinertz: «Cuando a los lectores de la carta a los Efesios (Ef 2, 3) les declara (Pablo) que nosotros, "por naturaleza” (physei) éramos "hijos de la cólera como los demás” , entonces con la palabra /)é)>í¿í-naturaleza no alude, directamente, a la descendencia de Adán como pensaba san Agustín. Pues, en el contexto, se habla únicamente de los deseos terrenos pecaminosos, por contraposición a la gracia divina que los eleva. Pero, san Pablo no nos declara expresamente de dónde le vienen a la "car ne” esos deseos. El pleno alcance de esta sentencia sólo aparece a la luz de Rm 5, 12 ss» 23. Así, pues, estamos referidos al grande y único texto de la Escritura donde se hablaría, claramente, de una verdad que ha sido juzgada como funda mental en el conjunto de las creencias cristianas. Pero, ¿cómo se contiene el dogma del pecado original en Rm 5, 12-21? Veamos la respuesta de los teólogos y escrituristas de la época, siempre en forma breve, por no reiterar ideas conocidas. 21. J. Mehlmann, Natura filii irae. Historia interpretationis Ef 2, 3 ejusque cum doctrina de peccato originali nexus, Romae 1957. Resume las interpretaciones de los latinos y de los griegos, pp. 580-585. Ver conclusiones generales, 679-83. 22. Id., I. c ., 682-3. Ver todo el análisis exegético, 652-78; y las conclusiones gene rales, 679-83. 23. Teología del N.T.. 305.
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