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UNAMUNO Y LA S PRUEBAS DE LA EX IS T EN C IA DE DIOS 117 ba esa del orden del Universo» (prueba físico-teológica según Kant). En efecto, de la prueba cosmológica escribe don Miguel: «Es una petición de principio o una solución meramente verbal para encubrir nuestra ignoran­ cia». De la prueba físico-teológica dice: «implica un paso del orden ideal al real»... En este modo de emplear la prueba ontològica, se observa que Unamuno ha sabido tener muy en cuenta la reducción a la prueba ontològica que Kant hizo de todas las pruebas «a posteriori» de la escolástica. La prueba onto­ lògica, según Kant, no es una prueba más, sino la fase última y fundamental de todas las otras pruebas. De acuerdo con esto, Unamuno saca a relucir la prueba ontològica sólo cuando se trata de formular el juicio decisivo sobre la validez o invalidez de las pruebas clásicas. Resumiendo nuestro punto de vista sobre la exposición unamuniana de las pruebas tradicionales, decimos que Unamuno sigue «exteriormente» la exposición kantiana en cuanto a las pruebas cosmológica y físico-teológica. Por lo que a la prueba ontològica se refiere, decimos que Unamuno también se mantiene fiel a Kant, aunque no respeta el modo expositivo trazado por Kant en la Crítica de la razón pura. A la luz de lo dicho, no creemos acierte Jesús Antonio Collado cuando en su valioso libro Kierkegaard y Unamuno afirma: «Fuera de esto, otra diferencia se da en que Kierkegaard tan sólo se ocupa de la demostración quasi a priori (el argumento ontològico de Spinoza, San Anselmo, Descartes y Leibniz), y Unamuno tan sólo de la demostración a posteriori (las vías tra­ dicionales escolásticas)»27. Nos parece que Unamuno también se ocupa del argumento ontològico dispensándolo además un tratamiento privilegiado de acuerdo con el pensamiento kantiano, según hemos intentado explicar líneas arriba. En su exposición de las pruebas sobre la existencia de D ios, Unamuno añade una que no es de carácter metafisico y que no se encuentra en el texto de la Crítica de la razón pura: es la prueba del consentimiento un ive rsal28. Aquí don Miguel parece tener en cuenta los tratados teológicos de la esco­ lástica en los que no solía faltar el argumento del consentimiento unánime de las gentes en la creencia de la existencia de Dios. Lo que resulta sumamente curioso es el hecho de incluir en esta prueba el argumento moral de la existencia de Dios que Kant expone en su Crítica de la razón práctica: «Ese famoso argumento del consentimiento supuesto unánime de los pueblos, que es el que con un seguro instinto más emplearon los antiguos, no es, en el 27. O. c., 521-522. 28. Del sentimiento trágico de la vida, V I I , 206-207.

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