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136 EDUARDO MALVIDO que su irracionalismo adquiere un alcance distinto del que se le atribuye aquí y allá. Dentro de ese marco cobran distinta significación tanto los arre­ batos de «místico cristiano» que algunos ven en Unamuno como las mani­ festaciones de «hereje impenitente» que otros descubren en el autor Del sentimiento trágico de la vida. E l señalado agnosticismo es importante no sólo para medir el raciona­ lismo e irracionalismo de Unamuno, sino también para jerarquizar las in­ fluencias de los diversos autores en Unamuno. Es cosa fácil detectar en los escritos de nuestro autor resonancias del pensamiento de Hegel, W . James, Spencer, Kierkegaard, Costa, Carlyle, Bergson, Spinoza, Schopenhauer, Dar- w in ... Pero tales resonancias ocurren en niveles distintos de importancia. Nuestra reflexión sobre las pruebas de la existencia de Dios nos ha afianzado en nuestra convicción de que Kant es el autor de mayor influjo en el pensa­ miento unamuniano, por ser el agnosticismo teológico de Unamuno de in­ confundible impronta kantiana. 2) Unamuno no acepta la validez de las pruebas clásicas de la existencia de Dios. Y , sin emabrgo, en su búsqueda de la solución inmortalizadora, Unamuno se esforzará siempre por encontrarla en relación con el Dios in- mortalizador. No reaccionó de igual modo en su análisis de la naturaleza mortal o inmortal del alma. Unamuno, en sus escritos posteriores, no vuelve a considerar la posibilidad de un destino humano imperecederoporque sea incorruptible la naturaleza de nuestra alma. ¿A qué obedece este diferente comportamiento de Unamuno? Unamuno continúa buscando la inmortalidad personal por medio de la vía de un Dios inmortalizador porque, al parecer, este camino queda más al abrigo de los ataques de la razón. Esta no encuentra, como en el caso de la inmortalidad del alma humana, pruebas positivas contra la existencia del Dios viviente y vivificador. Unamuno seguirá empeñándose por encontrar la inmortalidad a través de Dios. Pero no a través del Dios de las pruebas filosóficas. E l Dios de Unamuno es el Dios Amor, aunque tampoco este Dios acabó por abrir bre­ cha en el muro roquero del agnosticismo unamuniano. E d u a r d o M a l v id o

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