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UNAMUNO Y LAS PRUEBAS DE LA E X IS T EN C IA DE DIOS 1 35 tífica de la naturaleza es una visión cerrada y autónoma. Dentro de este es­ quema, las diversas causas eficientes se reducen a elementos esenciales de energía y quedan científicamente igualadas, sin tener que recurrir a una causa de otro orden. En cuanto al movimiento, este queda explicado como la resultante de dos energías cinéticas diversas cuando entran en contacto. No se da activi­ dad por parte de un cuerpo y receptividad por parte de otro, sino acción mutua. Nada, pues, de una actividad que escalonadamente llegue, aun dando al final todo un salto, hasta la Causa incausada y al Primer Motor inmóvil. Unamuno, cosa extraña, no dispara sus tiros contra la concepción cientí­ fica medieval que se esconde tras las pruebas tomistas. Su ataque científico toca aspectos más profundos. Se refiere a la inteligibilidad que debe carac­ terizar a toda demostración científica, a la observación reiterada del mismo fenómeno, etc. Y Unamuno echa de menos todo esto en las famosas vías tomistas. Pero en todas estas acusaciones que Unamuno lanza contra el to­ mismo hay un error de perspectiva: Unamuno, en vez de examinar las prue­ bas clásicas como pruebas metafísicas que son, las analiza de acuerdo con su gnoseología «científicamente» configurada. La estridencia que se nota en la réplica unamuniana a las pruebas clásicas del tomismo obedece a esta dis­ tinta perspectiva en que se sitúan ambos interlocutores. Una vez más hemos ido a parar a los presupuestos de la epistemología unamuniana. En ellos se concentra toda la fuerza y también toda la debilidad de la crítica que Unamuno hace de las pruebas clásicas. Y únicamente a ellos nos hemos ceñido en nuestro enjuiciamiento, por creer que su tratamiento y la postura que se adopte ante ellos condiciona todo lo demás. A l finalizar estas líneas queremos señalar dos conclusiones como fruto de nuestro trabajo: 1) E l agnosticismo metafísico campea dentro de la epistemología una­ muniana, un agnosticismo basado en los presupuestos y argumentaciones de al Crítica de la razón pura, de Kant. Aplicando semejante agnosticismo al tema de la existencia de D ios el re­ sultado no podía ser otro que el de un firme agnosticismo teológico. La repulsa que hace Unamuno de la prueba moral kantiana es una confirma­ ción ejemplar del agnosticismo unamuniano. A la luz de este mismo agnos­ ticismo, toda propuesta positiva de solucionar el problema del conocimiento de la existencia divina la ve Unamuno con ojos de agnóstico convencido. Sus propias soluciones son presentadas ante el lector como «fantasías», «fan­ tasmagorías», «locos ensueños»... Muchos críticos hablan del «irracionalismo unamuniano» sin tener en cuenta el férreo marco de escepticismo puesto previamente por Unamuno a sus «salidas irracionalistas». Tomando en consideración las anotaciones epis­ temológicas con que Unamuno presenta sus tentativas quijotescas, creemos

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