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1 3 0 EDUARDO MALVIDO cuencia de ella la existencia de Dios. Como consecuencia, digo, porque en el orden de nuestras creencias, Dios no es sino la garantía de la inmortalidad del alma» M. Todo esto — el haber delatado la falta de Kant contra la razón y el ha­ ber aclarado el motivo de dicha falta— , prueba que Unamuno había gastado largas horas de meditación sobre Kant y que sería muy de extrañar un tras­ piés irracional por parte de Unamuno después de haber observado y censu­ rado con tanto rigor el caso kantiano. En este sentido el capítulo V I Del sen­ timiento trágico de la vida, sobre todo su parte final, nos confirma en la creencia del intacto agnosticismo teológico de Unamuno. Ah í nos dice Una­ muno que andemos ojo alerta en los siguientes capítulos del libro y que no caigamos en el engaño de creer que podemos situarnos en realidad fuera del agnosticismo. Las soluciones de la «cardíaca» son meras «fantasías», son «doctrinas más o menos poéticas o infilosóficas» 5\ Como se ve, no podemos poner en pie de igualdad la certeza de la duda agnóstica de Unamuno y sus salidas irracionales. Tienen una valoración epis­ temológica muy diferente. Aquí no se opone una certeza a otra, como en el caso kantiano, aun cuando la segunda certeza sea de otro orden, del práctico. Lo único que se permite Unamuno es tirar por uno de los caminos de la alternativa, profundamente consciente, sin embargo, de que al hacerlo así no se ha de resolver la duda sobre la existencia del Dios inmortalizador. Todo lo expuesto nos lleva a inscribir a Unamuno dentro del agnosticis­ mo teológico. Si no ponemos objeción alguna a que se hable del agnosticis­ mo teológico de Kant, no vemos por qué algunos pretenden ponérsela al agnosticismo de Unamuno, mucho más estricto que el kantiano. III. C r í t ic a d e l p r e c e d e n t e a n á l is is u n a m u n ia n o a) Valoración positiva del análisis unamuniano Del examen de las pruebas de la existencia de Dios realizado por Una­ muno creemos que se pueden recoger valiosas observaciones. A sí, por ejem­ plo, el sentido humano que Unamuno intenta dar a toda búsqueda de Dios. Indudablemente esa nota no suena a primeras de oídas en las cinco vías tomistas de acceso a Dios. E l Primer Motor inmóvil, la Causa incausada, el Ente necesario, el Ente perfectísimo, el supremo Ordenador, todo eso tiene resonancias cósmicas, universales. E l hombre es un eslabón, si se quiere un 54. Por el orden de las citas, véase respectivamente: D e l sentim iento trágico de la v ida (V II, 111); carta a Luis de Zulueta el 13 de abril de 1909; D ivagaciones sobre la resignación y el esfuerzo (V II, 468). 55. Cf. V II, 183-187.

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