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UNAMUNO Y LA S PRUEBAS DE LA E X ISTEN C IA DE DIOS 12 7 momentáneas, circunstanciales, son manifestaciones de un Unamuno que no se resigna a la sentencia de imposibilidad cognoscitiva fallada por la razón. No es el Unamuno de la duda cierta racional ante la existencia o no exis­ tencia de Dios. Puestos a clasificar la postura unamuniana en todo este asun­ to, hemos de decir que si consideramos a los teístas y a los ateos como su­ jetos que emiten un juicio, ya sea afirmativo, ya sea negativo, acerca de la existencia de Dios, Unamuno ni es teísta ni ateo. E l juicio de Unamuno no es un juicio de afirmación o de negación, sino de estricta duda. En otras pa­ labras: el apelativo más adecuado para denominar la postura de Miguel de Unamuno ante el problema de la existencia de Dios es el de agnóstico. No olvidamos en modo alguno las palabras de reprimenda que Unamuno profiere contra los agnósticos en el mismo Sentimiento trágico de la vida: «N i salva al anhelo de inmortalidad, sino que lo disuelve y hunde, el agnos­ ticismo o doctrina de lo inconocible, que cuando ha querido dejar a salvo los sentimientos religiosos ha procedido con la más refinada hipocresía»...51. Pero semejante condena del agnoticismo no es total. Tan sólo afecta a un nivel secundario en el que don Miguel discrepa de la postura general ag­ nóstica. E l agnosticismo declara no conocer ni poder llegar a conocer si el Dios inmortalizador existe o no. Ante esta incognoscibilidad, el agnosticismo se abstiene normalmente de tomar partido de cara a nuestra sobrevivencia. Aquí es donde se alza la protesta de don Miguel. No obstante el juicio enunciativo agnóstico sobre la existencia de D ios, Unamuno se empeña en desvelar el misterio de la existencia divina. Haciéndolo así, cree atender a las exigencias de nuestra hambre de eternidad. Esta hambre es tan implacable que persiste a pesar de la inaccesibilidad de alcanzar su objeto, según se lo proclama la razón raciocinante. Por lo dicho se ve que la diferencia entre el Unamuno agnóstico y el ag­ nosticismo teológico general que el propio don Miguel reprueba consiste únicamente en que el agnosticismo se abstiene de entrar en la cuestión in- soluble de nuestro destino último, mientras que Unamuno no. Ahora bien, es preciso considerar esta diferencia en su justo valor. No podemos equipa­ rarla con la importancia que tiene el asentimiento común de Unamuno y de la postura agnóstica en la insolubilidad de conocer racionalmente si Dios exis­ te o no. Hay que destacar con claridad esas dos dimensiones en que se des­ envuelve don Miguel de Unamuno y subrayar la diferente categoría episte­ mológica que entraña respectivamente: por un lado, la dimensión de su pen­ samiento enunciativo sobre la existencia de Dios — que coincide de lleno con la doctrina agnóstica— , y, por otro lado, la dimensión de su sentimiento 51. V I I , 162.

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