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UNAMUNO Y LAS PRUEBAS DE LA EX IS T EN C IA DE DIOS 125 d) La razón no prueba que Dios no exista Unamuno ha podido comprobar ampliamente, al analizar las pruebas de la existencia divina, la fuerza demoledora de la razón. Pero su potencia des­ tructiva no llega a ser tanta como para dejarle convicto de la inexistencia de Dios. A l final de ese capítulo V I I I Del sentimiento trágico de la vida Unamuno se pregunta: «Y ahora viene de nuevo la pregunta racional, es- fíngica... de ¿existe D ios?». Y Unamuno se responde rotundamente: «He aquí algo insoluble, y vale más que así sea. Bástele a la razón el no poder probar la imposibilidad de su existencia » 45. No es esta afirmación última de Unamuno una ocurrencia del momento en que escribe El sentimiento trágico de la vida, sino que se trata de una manifestación más de algo profundamente arraigado en su pensamiento. Sin hacer uso de razonamientos indirectos que nos muestren la línea cons­ tante mantenida por Unamuno respecto a las palabras citadas, y limitán­ donos a los argumentos directos, oigamos, por ejemplo, lo que le dice a su amigo Pedro Múgica el 2 de diciembre de 1903: «Dios no es racional, sino cordial; no se demuestra con argumentos lógicos su existencia ni su no existencia tampoco » 46. Y en un escrito público de 1907, en un pasaje donde el tono adquiere solemnidad y precisión singulares, Unamuno asegura lo que sigue: «Nadie ha logrado convencerme racionalmente de la existencia de Dios, pero tampoco de su no existencia » 47. Esta postura de agnosticismo racional que Unamuno sostiene por lo que se refiere a la existencia de Dios es, por lo demás, paralela a la defendida por él en el caso de la naturaleza mortal o inmortal del alma. Se trata allí como aquí de un tipo de objetos cuyo conocimiento se sustrae al alcance de nuestra razón. Es el grupo de los números kantianos. También esos objetos aparecen ligados en la mente de Unamuno por la nota de su problematicidad racional insoluble: «Este problema de la existencia de Dios, problema racionalmente insoluble, no es en el fondo sino el problema de la conciencia, de la ex-sistencia y no de la in­ sistencia de la conciencia, el problema mismo de la existencia sustancial del alma, el problema mismo de la perpetuidad del alma humana, el problema mismo de la finalidad humana del Universo»48. 45. V II, 218, 219. El subrayado es nuestro. 46. El subrayado es nuestro. 47. Mi religión, III, 261. El subrayado es nuestro. 48. Del sentimiento trágico de la vida, V II, 217.

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