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UNAMUNO Y LA S PRUEBAS DE LA E X ISTEN C IA DE DIOS 123 propia capacidad apreciativa— , ¿cómo es que unos hablan de un Ordenador inteligente y otros lo hacen de la ciega fecundidad de la Materia, sin haber comprendido antes, ni unos ni otros, la acción ordenadora? N i que decir tiene que en todas estas anotaciones unamunianas sobre el orden del universo, de indudable inspiración darwiniana, don Miguel se olvida por unos momentos de la presencia de Kant. Aparte de los efectos que el evolucionismo darwiniano causó en el len­ guaje de don Miguel, nos parece más importante señalar los efectos produci­ dos en el pensamiento unamuniano. E l darwinismo significó para Unamuno una pujante orientación hacia los hechos concretos de la vida, punto este último que el dinamismo hegeliano, en sus grandiosos vuelos, dejaba en sombra confusa40. Otra lección magnífica que Unamuno aprendió del darwinismo fue la de afianzarse aún más en el respeto debido a los límites del conocimiento humano, sin ir, en las conclusiones, más allá de lo permitido por los datos obtenidos de la realidad41. 4) Dentro todavía de la valoración científica de las pruebas clásicas que Unamuno lleva a cabo en El sentimiento trágico de la vida, puede observarse otro reparo más: la contradicción en que, según Unamuno, caen esas prue­ bas al pretender ofrecernos por un lado la imagen de Dios obtenida cientí­ ficamente, imagen con caracteres de necesidad, y por otro lado al hablarnos de un Dios personal, lib re ... Esa convivencia de caracteres opuestos no es científicamente válida. Es preciso optar, en nombre de la ciencia, por la vía de la necesidad. Unamuno se complace en resaltar las dificultades que entraña la insoste­ nible postura de las pruebas tradicionales en su intento por conciliar la li­ bertad y la necesidad en el punto de la existencia de los seres, en la cuestión de la norma moral y en el ámbito del comportamiento humano42. 40. Cfr. el artículo unamuniano Darwin, V II, 200-201. 41. Cfr. el importante estudio realizado po C. París acerca del significado del dar­ winismo en Unamuno, estudio insertado en su libro Unamuno. Estructura de su mundo intelectual, Barcelona 1968, 133-167. El único defecto que nos atrevemos a señalar en dicho trabajo es el excesivo optimismo que C. París introduce por su cuenta en «la filosofía unamuniana de la evolución». Teniendo en cuenta el alcance que el propio Unamuno concede a sus ensueños y el marco general de pesimismo en el que se encuadra El sentimiento trágico de la vida, nos parece que pecan de exageradas estas palabras, representativas por lo demás del tono demasiado alegre con que París estructura el pen­ samiento evolucionista de Unamuno: «Es enormemente interesante este momento en que el escepticismo racional de Unamuno se cuartea, apuntando el triunfo de una convic­ ción positiva» (152). El escepticismo racional de Unamuno no se cuarteó seriamente en ningún momento al respirar el aire refrescante de la teoría darwiniana. Antes al contrario, el darwinismo de Darwin, no el de sus discípulos, le aseguró aún más en ese su escep­ ticismo racional, pues el darwinismo acogido totalmente por Unamuno es el «neutral» ante los misterios de la vida y de la muerte, el capaz de mantenerse, a tormenta y bo­ nanza, en el «ignorabimus», en la duda... Aquí es donde precisamente se revela, según Unamuno, el «sapientísimo, prudentísimo y discretísimo» Darwin. 42. Del sentimiento trágico de la vida, V II, 205-206.

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