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122 EDUARDO MALVIDO fondo de él late la finalidad o el azar o, incluso, el fin y el acaso simultánea­ mente. «Ni puede decirse en rigor, como por muchos se dice, que Darwin destruyera las explicaciones teleológicas. No, su doctrina, bien interpretada, no excluye la concepción de finalidad. ¿Quién sabe si no late la finalidad en el fondo de aquel enigma de la tendencia a la variación espontánea, y si no late también en el fondo del enigma de la herencia? No forman un verdadero dilema el azar o acaso de un lado y el fin previsto de otro; cabe término en ellos»36. Unamuno, convencido de la propia ignorancia para explicar este tras- fondo de la realidad evolutiva del universo, se opone decididamente a cuan­ tos, sin una razón científica que lo justifique, optan como última explicación por el azar materialista o por una Inteligencia ordenadora. Unamuno está contra unos y otros. Arremete contra Haeckel, e igualmente contra Balmes. N i acepta el materialismo del primero ni el providencialismo del segundo37. De la indudable concatenación de medios y fines de nuestro cosmos, Una­ muno afirma que este orden es el único que existe. No se pronuncia por el orden actual como si éste fuera el mayor posible. Para pronunciarse en tal sentido deberíamos conocer antes todas las posibilidades cósmicas, cosa que nos desborda a todas luces. «Orden es lo que hay y no concebimos otro» 3S. Porfiando aún más en su empeño relativizador del orden del universo, Unamuno nos recuerda que nuestro concepto del orden depende en gran me­ dida de nuestras costumbres, de nuestros hábitos. Las letras en que leemos el Quijote tienen alcance significativo porque nosotros se lo hemos dado. Si volcáramos en el suelo todas las letras usadas para la impresión del Quijote acabaríamos algún día por percibir y justificar alguna otra clase de orden inteligible en la nueva y heterodoxa disposición de las letras. En otra ocasión nos dice Unamuno que, a base de repetir muchas veces el experimento, des­ cubriríamos alguna especie de música en el disco escuchado en el sentido inverso al habitual39. Con todas estas ocurrencias, Unamuno nos quiere hacer ver que nuestro concepto del orden es algo muy limitado, que caben otras apreciaciones, y que, por consiguiente, nos pasamos de raya al absolutizar nuestra experiencia cotidiana del orden. Si del orden del universo sabemos científicamente tan poco — en cuanto a su producción, en cuanto a sus otras posibilidades, en cuanto a nuestra 36. Discurso pronunciado en el paraninfo de la Universidad de Valencia, el 22 de febrero de 1909 CIX, 259). 37. Sobre Haeckel, véanse entre otras referencias las siguientes: III, 364; V III, 956; IX , 255, 259, 1259; I, 1229, 1143; V II, 249; IV, 1368; III, 558-559. En cuanto a Balmes, léase, por ejemplo, la p. 1402 del tomo V II de Obras completas de Unamuno, 38. Del sentimiento trágico de la vida, V II, 204. 39. Aforismos y definiciones, V II, 1529.

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