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UNAMUNO Y LA S PRUEBAS DE LA EX IS T EN C IA DE DIOS 119 personalizada, inhumana. Si las pruebas clásicas tuercen su curso final es porque el hombre cordial proyecta en el Dios-razón su propia personalidad y llena y anima con sus propias entrañas el receptáculo del Primer Motor Inmóvil. A sí en la consideración de la prueba del modo de ser del universo surge la existencia del Creador no por obra y gracia del argumento empleado, sino porque al fin y al cabo es un hombre de carne y hueso quien maneja ese argumento y resulta natural que el concepto de una necesidad absoluta termine por adquirir rostro personal. Dígase otro tanto de la conciencia per­ sonal de Artista soberano que acaba por aparecer en la observación del or­ den del universo. Esa Conciencia es la proyección al infinito de nuestra propia conciencia personal. Es «un proyectar nuestra mente afuera, un su­ poner que la explicación racional de una cosa produce la cosa misma». Lo que había empezado siendo un intento de explicación termina por erigirse en una Persona maravillosamente actuante. Pero el paso hacia la personalización no está racionalmente justificado. En el caso de la prueba del modo de ser del universo, Unamuno reprueba la fase de personalización porque ésta no pasa de ser «una petición de prin­ cipio». En el caso de la prueba del orden del universo, también Unamuno se revuelve contra el proceso de personalización porque ello «implica un paso del orden ideal al real». Unamuno insiste vigorosamente en la falta de carácter personal del Dios de las pruebas clásicas, falta de personalidad de acuerdo con los análisis de una razón «científica» que atienda sólo al exterior de la realidad, y no a las exigencias del corazón humano. En esta crítica del carácter despersonalizado del Dios de las pruebas tradicionales, no se ve que Unamuno haya sido influido por Kant, ya que éste no examina las pruebas a la luz de una significación personal, mientras que Unamuno sí. Y no vayamos a creer que Unamuno valora circunstancial­ mente el aspecto personal de las pruebas. No. Formándose el concepto de Dios dentro del molde de la persona humana — así es como piensa don M i­ guel— , era obvio que nuestro autor pasara revista cuidadosa a los rasgos de personalidad existentes en el Dios de la filosofía aristotélica-tomista. Aun siendo la principal, no es el carácter despersonalizado de las prue­ bas la única razón que impulsa a Unamuno a rechazarlas. Como segunda razón podemos indicar la transgresión de las reglas cien­ tíficas que Unamuno advierte en las pruebas de la existencia de Dios. En efecto, semejante transgresión se pone de manifiesto en varios puntos: 1) Una explicación científica es positivamente válida cuando nos hace entender un fenómeno o todo un proceso fenoménico de la realidad. La hipótesis de Dios, para ser científicamente aceptable, tiene que cum­ p lir con el requisito señalado. Pero no vemos que la hipótesis de la existencia

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