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94 MIGUEL NICOLAU, S.J. Ley, como se define por el Tridentino en el primero de los cánones de los sacramentos en general1; y se contiene en la profesión de fe del mismo Concilio2. Los sacramentos, institución inmediata de Cristo La institución por Jesucristo se entiende por la universalidad de los teó­ logos como una institución inmediata, dada la finalidad de la definición tri- dentina sobre la institución por Cristo de los sacramentos, que era oponerse al pensamiento protestante. Según los protestantes, fuera del bautismo, de la cena y de la penitencia, los otros cuatros llamados sacramentos eran ritos instituidos inmediatamente por la Iglesia. Si Cristo es el que ha inventado e instituido cada uno de los sacramentos, El es el que ha señalado y establecido la finalidad propia de cada uno de ellos. De algunos, como del bautismo, eucaristía y penitencia, consta esto con claridad por las mismas palabras de los evangelios. Así Cristo es el que ha señalado la finalidad y función propia del bautismo y de la gracia que comunica, que es una gracia de regeneración y de nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5; Tit 3, 5-7); El ha señalado la finalidad de la comunión eucarística, que es gracia de nutrición espiritual (Jn 6, 48-57); y El ha señalado una gracia de purificación mediante el perdón de los pecados (Jn 20, 23). En estos casos la determinación del siglo sacramental consta ya por las palabras de Cristo o se deduce fácilmente de ellas. Más complicada se presenta esta cuestión respecto de los otros cuatro sacramentos, de los cuales no hay constancia de su institución inmediata por Cristo, si se buscan palabras explícitas de Cristo. Pero no carece de verosimilitud histórica el pensar que Cristo señaló tam­ bién la finalidad y la gracia propia de los otros cuatro sacramentos. Porque respecto de la unción de los enfermos consta por el Evangelio de Me 6, 13, que los apóstoles ungían con aceite muchos enfermos y que sanaban, sin duda a sabiendas de Cristo y aun por indicación suya, pues los apóstoles en su ministerio estaban pendientes del Maestro. Por eso no es de extrañar que también Santiago (5, 14 s.) hable de este rito, acompañado de la oración, para salvar al enfermo. Es el mismo K. Rahner el que escribe: «No hay el menor inconveniente en pensar que Cristo curase enfermos me­ diante una unción y que, por tanto, no hay imposibilidad histórica ni invero­ similitud positiva en que Jesús hablase explícitamente sobre tal unción, tanto más si se tiene presente el pasaje de Me 6, 13...» 3. Respecto del orden sagrado, es claro que Jesucristo instituyó la función sacrificadora y dispensadora de estos misterios, al celebrar la cena y mandar 1 . DS 1601 (844). 2 . DS 1864 (996). 3. La Iglesia y los sacramentos, Barcelona 1967, 64.

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