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1 0 4 MIGUEL NICOLAU, S.J. De hecho, poco después, declaró un portavoz vaticano, ante los rumores de que la Santa Sede estaría preparando un documento sobre el sacerdocio de la mujer, que el estudio del problema de la ordenación de las mujeres no significa, ni mucho menos, que se prevea un cambio en esta materia; que los estudios que se realizan se centran sencillamente en el modo de presentar la doctrina y la praxis tradicionales de la Iglesia, ya precisada diversas veces y claramente por el Santo Padre25. La publicación por el Osservatore Romano (21 de agosto de 1976) de las cuatro cartas cruzadas entre el actual Primado Anglicano y Pablo VI so­ bre el problema de la ordenación de las mujeres, confirmaron esta misma línea, ya antes declarada por Pablo VI. En la primera carta del Arzobispo de Canterbury, Donald Cantuar, de 9 de julio de 1975, el Primado Anglicano informa a Pablo VI que «de una manera lenta, pero constante, se difunde dentro de la Comunión anglicana la convicción de que no hay objeciones fundamentales, en vía de principio, para la ordenación sacerdotal de las mujeres» 26. Al mismo tiempo manifies­ ta su convicción de que «una iniciativa en tal materia podría ser obstáculo para ulteriores progresos en el camino hacia la unidad que Cristo quiere para su Iglesia. Por esto las autoridades centrales de la Comunión Anglicana, así como el Sínodo general de la Iglesia de Inglaterra, han deseado un pa­ recer común [con la Iglesia católica romana] sobre esta materia» 27. La contestación de Pablo VI (30 de noviembre de 1975), dentro de lo cortés y caritativo, expresa claramente su disentimiento respecto de aquella convicción de la Comunión anglicana; y, en cambio, concuerda con la idea de que tal persuasión sería efectivamente un obstáculo para los progresos hacia la unidad. Dice así el Papa: «La Iglesia católica sostiene que no es admisible orde­ nar mujeres para el sacerdocio por razones verdaderamente fundamentales. Estas razones comprenden: el ejemplo, registrado en las Sagradas Escrituras, de Cristo que escoge a sus apóstoles solamente entre los varones; la práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo en escoger solamente hom­ bres [varones]; y su magisterio vivo que coherentemente ha establecido que el excluir del sacerdocio a las mujeres está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia»28. Confirma también Pablo VI que «el admitir a las mu­ jeres al sacerdocio no puede menos de introducir en este diálogo [entre la Comunión anglicana y la Católica] un elemento de grave dificultad, el cual todos los que están envueltos en el diálogo deberán tener en consideración seriamente» 29. 25. «Ya», 30 de junio 1976, 24. 26. «L’Osservatore Romano», 21 de agosto 1976, 2. 27. Ib. 28. Ib. 29. Ib.

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