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Xavier Zubiri ij Enrique Tierno Galván: do s m od o s de p e n s a r en la E s p a ñ a de b o y Una crítica serena admite sin reticencias que en este siglo España ha alcanzado un alto nivel en la vida del pensamiento. Demos de mano a si este nivel asciende o desciende ahora respecto del logrado hace cuatro decenios, es decir, por los años treinta. Hay que reconocer, con todo, que el nivel logrado entonces fue más espectacular con nombre que rebasaron las fronteras his­ pánicas para entrar en la historia del pensamiento humano. Baste recordar las figuras proceres de M. de Unamuno, Ortega y Gasset, García Morente y J. Xirau. Sin la resonancia de estos nombres, nadie puede ignorar que el momento hispánico de hoy mantiene un alto nivel filosófico, en parte como secuencia del logrado entonces, y en parte como rectificación del mismo por asimila­ ción de movimientos filosóficos, ajenos a lo vivido en aquella situación. Estos movimientos ideológicos son principalmente el neopositivismo y el marxismo. El marxismo en aquella circunstancia presionaba más como fuerza política y popular que en la alta reflexión de los espíritus. Los nombres de J. Besteiro y F. de los Ríos, iniciadores de una reflexión filosófica sobre las teorías marxistas, no creemos sean suficientes para rectificar este juicio. Por lo que hace al neopositivismo, fue éste desvalorado e inasimilado — me atrevería a decir, inasimilable— por los pensadores hispánicos del año treinta. La filosofía de la cultura, de la vida y de los valores cultivada por Ortega, y la fenomenología, método cultivado entusiastamente por J. Xirau y García Morente, no hacían posible esta asimilación. M. de Unamuno tiene ya en 1912, cuando compone su obra fundamental, Del sentimiento trágico de la vida, la intuición genial de denunciar la ruta que ha de emprender un día el Wienerkreis. Lo hace criticando a uno de los precursores de este mo­ vimiento, Avenarius. Contra él escribe M. de Unamuno en la fecha de 1912: «Y para hacer una filosofía puramente racional, habría que hacerla con fórmu­ las algebraicas o crear una lengua — una lengua inhumana, inapta para las necesidades de la vida— para ella, como lo intentó el doctor Ricardo Ave-

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