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EL PECADO ORIGINAL. 11 También entraba dentro de la enseñanza de fe la inmunidad de concupiscencia. Sin pertenecer a la fe se daba por segura la posesión por el primer padre de una eminente ciencia infusa, especialmente en el campo de lo religioso. Respecto al pecado originante parecía clara la afirmación de Gén 3 y de toda la tradición. Era, por tanto, una verdad de fe divina. Y en el centro de toda esta construcción doctrinal el pecado original en sentido específico, afirmado como uno de los dogmas básicos de la fe cristiana. Un gozne sobre el cual gira toda la historia actual de salvación que culmina en Cristo redentor. Este pecado es formal y verdaderamente pecado, propio de cada uno y se trasmite por generación: son afirmaciones que de algún modo pertenecen también a la fe 4. Quedaba después una amplia zona cubierta por afirmaciones y discusiones de los teólogos, según la perspectiva en que cada uno o cada escuela teológica contemplaba el misterio central. La anterior enumeración pudiera parecer impertinente; pero, juzgamos muy útil contemplar en síntesis la gran mole de afirmaciones dogmáticas (o casi dog­ máticas) elevadas en torno a una realidad de cuya existencia se duda ya, con toda seriedad, unos años más tarde. II L O S F U N D A M E N T O S D E L A E N S E Ñ A N Z A T R A D I C I O N A L A la vista de las elevadas calificaciones teológicas que acabamos de men­ cionar se comprende que los teólogos de entonces no encontrasen dificultad en afirmar que la doctrina sobre el pecado original está contenida en forma clara y explícita en las Fuentes de la Revelación. Hacemos enumeración rá­ pida, sin comentarios, de los argumentos en que se apoyaba, por estos años, el dogma del pecado original'. Por lo que se refiere al Antiguo Testamento sigue el recurso al texto clásico de Gén 3. Bajo el impulso de la exégesis crítica y liberal los comen­ taristas católicos han debido precisar muchas de las afirmaciones de una interpretación ingenua y precientífica. De todas formas veían enseñadas en esos textos un conjunto de verdades religiosas que ofrecían sólida base a las teorías de los teólogos sistemáticos. Estos, tenían por seguro que en estos primeros capítulos del Génesis se contenían estas verdades fundamentales: el hecho de la amistad del primer hombre con Dios, basada en la posesión de los dones preternaturales de inmortalidad, impasibilidad, integridad, cien­ 4. Con ligeras variantes proponen estas calificaciones los autores citados en las notas 1 y 3. Para ulteriores precisiones, B. G. M onsegu , L o revelado, lo teológicamente cierto y lo problemático en la doctrina del pecado original originado, 5-42. 1. Para el resumen que hacemos a continuación hemos tenido a la vista los teólogos anteriormente citados. Hay entre ellos diferencias en la «explicación teológica» de los diversos enunciados tenidos como de fe, pero no interesa demorarse ahora en estos detalles.

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