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EL PECADO ORIGINAL. 9 cometido por el hombre en los albores mismos de la historia. Pero, a su vez este pecado primordial de Adán, tan cualificado y cargado de consecuencias, no encontraba «justificación» ninguna dentro de la analogía de la fe, sino se tenía en cuenta el «estado de santidad y justicia» eminentes en que ha­ bría sido creado el primer hombre. Y la creación en «santidad y justicia» era, en cierto modo, «debida» a un ser cuyo destino es la Vida eterna con Dios. Leyendo, pues, estos acontecimientos en su orden histórico-genético ten­ dríamos que el hombre, destinado por Dios a la Vida eterna, entra en la historia concreta de salvación en estado de «santidad y justicia» paradisíacas. Desobedeciendo a Dios comete el pecado originante de la situación pecadora en que todo hombre llega a la existencia: el pecado original en que todos nacemos 2. Hay, además, otra verdad subyacente y concomitante inseparable de las mencionadas. Nos referimos a la convicción, muy segura entre los teólogos, de que Adán era, ante Dios, no sólo cabeza y principio de la vida física de la humanidad, sino y sobre todo, cabeza moral y sobrenatural de la familia humana que aparece como sujeto de la acción de Dios, todo a lo largo de la historia de salvación. En Adán estaban representados y con él estaba so­ lidarizados todos los hombres sus descendientes; tanto en la posesión como en la pérdida de los dones sobrenaturales. Tendremos ocasión de ver cómo esta afirmación de la unidad del género humano en el pecado y en la reden­ ción fue objeto de especial estudio en la época que vamos a historiar. En torno a estas afirmaciones centrales se proponían otras que aclaraban el sentido y completaban a las mencionadas. Recordemos aquellas que ofre­ cen más interés, como objeto de discusión en el período que nos ocupa3. E l estado de «santidad y justicia» (llamado también estado de justicia original, estado de integridad, estado de inocencia) lo describían como inte­ grado por estos cuatro elementos, como resultado de estos cuatro factores que mencionamos por su orden de importancia: En primer término la gracia santificante, de características similares y otorgada para efectos análogos a los que posee en la actual economía cristiana de salvación. La gracia venía acom­ pañada de los dones preternaturales de inmortalidad corporal, integridad, in­ munidad de concupiscencia, impasibilidad y eminente ciencia infusa. E l re­ 2 . Nos atenemos a la terminología más usual en este tema. Al pecado cometido por Adán como cabeza del género humano, «peccatum original originans» lo llamaremos pecado originante (pecado primero - pecado primordial - pecado de Adán); al «peccatum origínale originatum», lo designamos con el nombre corriente de pecado original. Menos aceptable sería llamarle «pecado hereditario», aunque a veces se utilice esta expresión. 3. Además de los autores citados en nota 1, pueden verse: M. M. L a b ou rd ette, Le peché originel et les origines de l ’homme. M. F lick , El pecado original. A . M. H en ry, Iniciación teológica I, 606-62. X. ab A barzuza, Manuale Theologiae Dogmaticae II,. 332-49. M. F lick -Z . A lsze g h y , L os comienzos de la salvación, 333-542. J. A u er, " Erbsün­ de” im dogmatischen Verständnis, 967-72.

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