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EL PECADO ORIGINAL. 63 el modo necesario y único de la formación de la comunidad». Afirmación que puede darse por razonable; pero también puede hacerla un poligenista, si no se lo impidiese la unicidad el pecado originante y la propagación del pecado ori­ ginal, tal como lo propone la tradición. Habla también Rahner de la imposibi­ lidad del poligenismo como objeto del operar de Dios. Es decir, que supuesto el evolucionismo antropológico llamado limitado, el que postula la acción inme­ diata y especial de Dios para la aparición de! hombre, esta acción divina debería realizarse en esquema monogenista, sobre una única pareja inicial. Así parece exigirlo el principio —de validez universal— de «economía-ahorro-sobriedad». Si Dios intervino ya para formar la primera pareja en forma especial-creadora y la pareja fue dotada del poder de propagarse, parece ya innecesaria, supérflua otra intervención o varias para formar otras parejas humanas que, en el fondo, nada nuevo añadirían a la ya formada. Por ello, el primer hombre es «fuente» de toda la humanidad; ni se precisan otros hombres - fuente. Dios no repite su interven­ ción «especial» dentro de la creación. Ni vale decir que la pareja única exigiría una providencia «milagrosa» de Dios para sacarlos adelante en medio de la crea­ ción indómita. No serían menores las dificultades de las varias, desvalidas parejas iniciales que propugna el poligenismo.—El apriorismo de este «hermoso» raciocinio no se oculta a nadie. Por otro lado, el principio de la generosidad divina también habría que tenerlo en cuenta en sus intervenciones en el mundo. Así, pues, el tema del «poligenismo y pecado original» fue objeto de pro­ longadas reflexiones en la década de los cincuenta. La cuestión se planteó en forma del todo expresa, se vieron con nitidez las dificultades, pero no se llegó a una solución satisfactoria. Esta situación de no-armonización entre el poligenismo científico y la enseñanza tradicional sobre pecado original la veían muchos teólogos como algo permanente, ya que la incompatibilidad se fundaría en la misma naturaleza objetiva de los hechos afirmados a uno y otro lado de la discusión. Sin embargo, estaba sólidamente representada también la opinión más abierta y esperanzada: es posible que logremos avan­ zar en el conocimiento del poligenismo y también de la doctrina del pecado original en forma tal que la conciliación aparezca como la única alternativa viable o al menos la más razonable. Poco años más tarde se lograba ya esta conciliación, en opinión de la mayoría. (Continuará) A l e ja n d r o d e V il l a l m o n t e

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