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8 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE pación de su vida inmortal y divina. Este fin es único para todos los hom­ bres, del todo gratuito por parte de Dios y absolutamente indebido al hom­ bre: un fin rigurosamente sobrenatural. Esta decisión divina no permaneció oculta en el corazón del Padre (Ef 1, 1-16), sino que se manifestó y concre- tizó en la historia humana desde los primeros comienzos, dando sentido y razón de ser a todo lo que le acontece al hombre en referencia a su Hace­ dor *. Desde este punto de partida el pecado original y las afirmaciones a él inherentes son contempladas en una perspectiva extrictamente teológica: Sólo a la luz de la Palabra de Dios puede hablarse de la condición pecadora de la humanidad y de su necesidad de redención. Puesto que Dios hizo al hombre para su amistad y para la Vida, parecía muy puesto en razón que la historia de la salvación comenzase con el «es­ tado de santidad y justicia» en que la tradición nos presenta a la primera pareja humana. Los progenitores del género humano fueron sometidos por Dios a una prueba. No la soportaron. A l pecar perdieron para sí y para todos sus descendientes los dones y privilegios del estado primitivo. E l pecado de Adán y Eva aparece como pecado originante de la situación pecadora en la que todo hombre llega a la existencia. Surge aquí la figura del pecado origi­ nal, en su sentido preciso de privación de gracia, muerte espiritual, como consecuencia y castigo del pecado primero. Toda exposición del dogma del pecado original que quisiera ser completa habría de contar con aquel pre­ supuesto y debería exponer cuidadosamente el contenido de los tres mo­ mentos aludidos. La situación de muerte espiritual en que todo hombre es concebido, ha de ser considerada como el hecho sustantivo, la afirmación dog­ mática más importante en sí misma y por las implicaciones que conlleva den­ tro de la economía de salvación. Pero, tal situación de pecado, congènita al hombre, resultaba incomprensible para la conciencia del que cree en un Dios bueno y salvador, si no era propuesta como resultado de un primer pecado 1. Por este motivo la mayor parte de los teólogos el estudio del pecado original lo hacían dentro del tratado «de Deo creante et elevante», o en dependencia de él. Allí se explicaba la llamada y ordenación del hombre al fin sobrenatural, así como las caracte­ rísticas y contenido de este peculiar destino del hombre. Sólo en este contexto cobraba sentido el hablar de la elevación de Adán al «estado de santidad y justicia», de su caída en el pecado y del pecado original de todos sus descendientes. Por lo demás toda la problemática en torno al pecado original siempre fue estudiada por la teología cató­ lica dentro de la perspectiva de la Economía de Salvación toda entera. Para muchos el hecho del pecado original era considerado como el punto de partida de la actual Historia de Salvación que parte de la caída de Adán como presupuesto, condicionamiento dialéc­ tico de la venida del Hijo de Dios al mundo: O certe necessarium Adae peccatum... O felix culpa! Más abajo volveremos al tema, al hablar de! pecado original en la analogía de la fe. Indicamos aquí algunos autores cuyas obras eran más conocidas por aquellos años: L. Lercher, lnstitutiones Tbeologiae Dogmaticae, II, 343-55. I. F. Sagües, De Deo creante et elevant-e, nn. 676-812. M. Schmaus, Dogmática Católica, II, 365-80. L. O t t , Manual de Teologia Dogmática, 172-91. J. Pohle-J. Gummersbach, Lehrbuch der Dogma­ tik II, 565-82. B. P iault , La créalion et le péché originel, 223-56. F. Diekamp, Katholi­ sche Dogmatik. II, 127-43. J. B rinktrine , Die Lehre von der Schöpfung, 266-313.

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