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E L P E C A D O O R IG IN A L . 57 neración corporal? El modo cómo se contrae esta culpa no parece interesó, directamente, al Concilio. El «generatione contrahere» no es un elemento perteneciente al dogma. No han querido insistir sobre el aspecto corporal de la transmisión. Parece legítimo concluir que la transmisión física, por medio de la generación, no pertenece directamente al dogma 27. Pero, aña­ de el autor, «aunque, según toda probabilidad, la transmisión física y cor­ poral del pecado no forma parte del dogma revelado, sin embargo, este tipo de transmisión parece la más obvia». Por ello, en la medida en que el poli- genismo haga imposible esta manera de transmisión habría que considerarlo «incompatible» con el dogma. Si se niega el monogenismo teológico se corre el peligro de negar también la transmisión del pecado original. Por ello tal opinión habría que calificarla de errónea 28. La interpretación dada por K. Rabner al texto del Tridentino es aún más matizada y, por ello, difícil de resumir. Recuerda Rabner dos principios de interpretación: «Un concilio puede enseñar o definir una doctrina, aun cuan­ do no supiera nada acerca de la problemática que más tarde surgirá en torno a ella». Pudiera ser el caso del poligenismo-monogenismo. Y otro principio: «no es imposible a priori que un Concilio formule una declaración de fe bajo un supuesto que, más tarde, a la luz del desarrollo histórico, se demuestre falso o no necesariamente cierto» 29. Todos admiten que el Tridentino no tuvo intención de definir el monogenismo. Pero, dice que el pecado original, en que todos nacen «es uno por su origen = origine unum». No hay duda de que los Padres de Trento estaban seguros en esta creencia. «A pesar de to­ do, puede dudarse que el monogenismo mismo esté implícitamente definido o (mejor dicho) codefinido» 30. La razón, para Rahner, parece ser esta: que si bien la conexión entre pecado original y monogenismo es bastante segura, sin embargo no parece tan inmediata y tan clara de deducir; se requiere un proceso largo de reflexión. Por ello no sería implícitamente definida, aunque sí inseparable de la definición. También podría inducir a hablar de mono­ genismo implícitamente definido la frase «generatione propagatione contrac- tum», si es que el «generatione» añade algo positivo a no-por-imitación, en orden a determinar el modo de la contracción del pecado original. Pero esto último, si bien probable y connatural, no parece del todo seguro31. 27. D e F raine , La Biblia, 113-15. 116-18. 28. Id., o. c ., 118. Negar el monogenismo sería temerario o erróneo, pero no mere­ cería censura superior. Es lástima que el autor no aplique a los textos de Trento la distinción apuntada al hablar de los textos bíblicos: el monogenismo pertenece a los presupuestos culturales, mentales, de los Padres conciliares, pero no entra en su inten­ ción docente. 29. Consideraciones teológicas, 265. Sobre decreto de Trento, 264-271, 264-271. 30. Ib., 267 s. Tampoco hay duda de que los Padres de Trento pensaban que un único individuo histórico, Adán, causó la caída de todos sus descendientes; pero no entraría en su intención docente, directamente. 31. Ib., 270, citando a D e F raine y 296 ss. Esta interpretación que D e F raine y

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