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E L P E C A D O O R IG IN A L . 55 a esta cuestión. Y aunque reconoce que podría haber allí cierta abertura y hasta fundamento para el poligenismo, sin embargo, leído el texto de Rm, 5, 12-14 a la luz del Génesis y de la tradición posterior habría que rechazar dicha pretensión de los poligenistas 23. D.— Poligenismo-monogenismo en la tradición doctrinal de la Iglesia. Esta tradición doctrinal podemos verla resumida en la enseñanza de los Santos Pa­ dres y en los documentos del Magisterio. Respecto a los Padres, I. J. Sagües dice que «enseñan esto en forma cla­ rísima y unánime»; es decir, que todo el género humano proviene de Adán y Eva 24. Lo cual es cierto, pero no afectaría, según pensamos, al tema de monogenismo-poligenismo tal como hoy día se propone. En forma análoga habría que repetir aquí lo dicho al hablar del evolucionismo antropológico: los Padres desconocen el problema en su sentido preciso. Por tanto, no pue­ den ser aducidos, de forma directa a favor o en contra. Unicamente su testi­ monio valdría en referencia a otras verdades, v.gr., la unidad del género humano, el dogma del pecado original, caso de que estas implicasen, inevi­ tablemente, la afirmación del monogenismo y negación del poligenismo. Pe­ ro nunca valdrían como testigos directos y explícitos. Más estudiados en este período fueron los textos del Magisterio de la Iglesia al respecto. Ya que la Escritura no decide la cuestión, tales textos se­ rían el fundamento verdadero para admitir el monogenismo y rechazar el poligenismo. Sin embargo, también aquí la prueba sería indirecta e implí­ cita, cuando se aducen textos de concilios antiguos. Y cuando se aducen tex­ tos más recientes del Magisterio, que tratan explícitamente el tema, nunca lo hacen en forma definitoria, sino ejerciendo un Magisterio ordinario, no definitorio. En efecto, intervenciones del Magisterio tan solemnes como la del con­ cilio de Cartago y, sobre todo, la del Tridentino, se preocupan directa y ex- plícitamene del pecado original. El problema de monogenismo-poligenismo no había surgido, ni los presupuestos mentales en que tal cuestión es discu­ tida en la actualidad. Cualquier uso de los textos tridentinos para resolver el problema de hoy, ha de tener en cuenta este hecho. Parece que, por prin­ cipio, ya no podrá hablarse más que de un testimonio indirecto, implícito, Sin embargo, dice I... A rnaldicii , «leyendo sin prevención el texto bíblico se llega al convencimiento de que en la Biblia se enseña explícitamente el monogenismo»: Origen del mundo, 154. Ver 147-55. Según T. A yuso M arazuela , «todo poligenismo es formal­ mente antibíblico»; el Génesis tendría una «mentalidad estrictamente monogenista»: Poligenismo y evolucionism o, 348-9. Ver 347-72. A. Z uerich , en polémica contra K. Rahner, opina que el monogenismo podría probarse exegéticamente por la Escritura y podría ser calificado como «doctrina al menos formal implícitamente enseñada en la Escritura»: M onogenism o teológico, 242. Ver 230-45. 23. B . M a r ia n i , II poligenismo e san Paolo, 136-46. Ver 120-46. 24. D e D eo creante el elevante, n. 548. La misma opinión sostiene J. M. SÁtz, Poli­ genismo y poligenismo original, 17-86: «El monogenismo es una tesis próxima fidei».

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