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54 A L E JA N D R O D E V IL L A L M O N T E encerrados y comprendidos en Adán, ¿hay que considerarlo como material o como algo espiritual?» 19. Cierto, se afirma la unicidad del primer pecado y la relación de todos a esa transgresión única. Pero «esta transgresión única, ¿implica un único transgresor individual? Para san Pablo esta cuestión tiene una importancia secundaria». Lo esencial es el común estado de pecado en que todos se encuentran casi identificados. Es decir, que, en el fondo, Pa­ blo no se interesaría por el modo cómo se llegó a esa situación, sino por el hecho de que la pecaminosidad universal es una realidad que está ahí. «Pa­ ra un pensamiento individualista la unicidad de la transgresión sugiere es­ pontáneamente la idea de la unicidad de un individuo pecador» 20. Y dentro de ésta la dependencia física de todos respecto del padre. Sin embargo, hay otra forma de ver las cosas. En este momento De Fraine hace intervenir su idea de la «personalidad corporativa» que daría mucho juego por estos años en todo el problema del pecado original. Volveremos sobre ella más ade­ lante. En esta perspectiva más colectiva y comunitaria, los lazos entre Adán y sus hijos no tenían por qué ser, primordialmente, de índole física o gené­ tica. Porque Cristo une muy estrechamente a los hombres, sin que la unión sea física. En la Biblia el hijo tiene unos vínculos místico-morales-espirituales con el padre, más fuertes que los biológicos. Por eso, «en cuanto a Adán no parece afirmado in recto el lazo físico que comporta la propagación cor­ poral». «La influencia ejercida (por Adán) no es, necesariamente, somática». Así como la muerte y el triunfo son colectivos, así «el pecado de Adán es igualmente colectivo, de modo incipiente al comienzo de los tiempos, y de modo efectivo a lo largo de la historia». En conclusión, «no se puede sacar del texto de Rm 5, 12-19, tomado precisamente, un argumento apodíctico a favor de la descendencia monogenética del hombre» 21. Puede concederse que el monogenismo dé mayor facilidad para entender los textos de la Biblia antes estudiados, y que el poligenismo cree dificulta­ des nada fáciles de superar. Sin embargo, «para resolver el problema can­ dente del monogenismo, es mejor, a nuestro humilde juicio, no pedir nada a textos ya muertos; únicamente el magisterio de la Iglesia podrá aportar la verdadera solución» 22. Algunos propugnadores del poligenismo pensaban que Rm 5, 12-14 estaría abierto a la hipótesis e incluso podría favorecerla. B. Mariani dedica un estudio 19. D e F r a j n e , o . c ., 94. 95. 96. 102. 20. Ib., 100. Ver 99-102. 21. Ib., 101, 103. Ch. H auret precisa que Pablo en R¡n 5, 12-21, pudo tener su opinión sobre la unicidad del primer hombre (monogenismo), pero que tal convicción lio pertenece a la inspiración e inerrancia de la Escritura, Origini dell-universo, 177-78. Según J. M. Sáiz, en Rm 5, 12-21 y Hech 17, 26, San Pablo enseñaría el monogenismo estricto con una claridad meridiana: Poligenismo y pecado original, 186-92; si bien el autor razona más bien como teólogo dogmático que como escriturista. 22. D e Fraine, o. c., 129; palabras que resumen una opinión bastante seguida.

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