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E L P E C A D O O R IG IN A L . 53 física de Adán, la exposición pierde mucha de su fuerza convincente. A nues­ tro modo de ver pierde todo su sentido» 1S. De todas formas la cuestión sólo logra una respuesta segura mediante el magisterio de la Iglesia ,6. Génesis la deja insegura. Ch. Hauret también ve en Gén 1-3 una perspectiva monogenista sobre el origen de la humanidad; pero no tendría más alcance que el de ser una creencia popular, espontánea, que no entra dentro de la verdad que Dios quiere revelar a los hombres. Adán es el hombre, en general, padre de la tribu humana. Pero la unión biológica con él sería secundaria. Lo importan­ te es que todos forman una unidad moral, son dirigidos por una misma providencia de un Dios único y sufren la misma decadencia hereditaria. Có­ mo, en común, participan todos del mismo destino — sobrenatural— funda­ mental y único 17. Por lo que respecta al N.T. se comentaba reiteradamente el texto de Hech 17, 26 "Dios hizo de uno todo el linaje humano, para poblar toda la haz de la tierra’’. La afirmación fundamental de este texto «concierne a la unicidad de Dios y, consiguientemente, la fraternidad de los hombres». Por tanto, no podremos hallar fácilmente en Hech 17, 26 «un fundamento escri- turístico inquebrantable del monogenismo» ls. Finalmente, hay que referirse yaal texto clásico para toda la enseñanza concerniente al pecado original, Rm5, 12-21. Aunque el origen del género humano para nada preocupe a Pablo en este texto, sin embargo, la unidad de todos en el Adán pecador, la unicidad del primer Adán correlativa a la unicidad del Segundo parecen implicar la unicidad de la primera pareja y, por ello, lo que ahora llamamos origen monogenético de la humanidad histó­ rica. El comentario que hace De Fraine al texto resulta de interés sobre to­ do por su abertura de enfoque y por la solución que sugiere. En efecto, reconoce De Fraine, Pablo cuenta con la unicidad del pri­ mer Adán y con la unidad de todos en él. Pero, «el hecho de que todos estén 15. I d ., o . c ., 251-2. 16. Id., o. c ., 251; 240 ss. Como puede observarse R enckens , a diferencia de otros autores, no ve el posible monogenismo de Génesis en que se hable de un primer hombre o de una primera mujer, sino en el hecho de que el pecado de la humanidad sea «uno por su origen», que haya un único pecador en los comienzos de la historia. Ver más abajo B. P ia u lt también piensa que Génesis no excluye, taxativamente, el poligenismo. habría que recurrir para ello a la enseñanza, más urgente, del Magisterio, La création et le peché originel, 144-48. 17. Ch. H a u ret, Origitti dell’universo, 168-185. 18. D e Fraine, La Biblia, 106. Ver, 104-6. Rahner, opina que de este texto sólo no es fácil probar que «se pueda inferior el monogenismo con mayor seguridad que del Génesis, Consideraciones teológicas, 293. Ver 289-293. Parece mejor decir que Pablo era «monogenista» por su lectura del Génesis y por las resonancias estoicas de su dis­ curso. En ambos casos se trata de un monogenismo espontáneo, popular, precientífico, distinto del científico moderno. Y de nuevo la pregunta: este monogenismo espontáneo ¿pertenece al contenido de la fe, es inseparable de él, o es una forma cultural de la que puede (y debe, hoy día) prescindir el creyente?

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