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52 A L E JA N D R O D E V IL L A L M O N T E otra parte, hay que recordar aquí el principio hermenéutico señalado ante­ riormente: cualquier autor del A.T. habla en el «presupuesto» de la unici­ dad de la pareja inicial, padres del género humano. Pero se trata de un pre­ supuesto cultural, de una «creencia» de raíz y contenido meramente huma­ no que ellos expresaron junto con y como instrumento ideológico para co­ municar sus ideas-verdades religiosas, ya que no tenían otras categorías men­ tales a disposición. Pero, aunque este «monogenismo» espontáneo viene adhe­ rido a las verdades dogmáticas, el hombre actual podría tal vez tomar éstas y dejar de lado aquél. Esa es la cuestión y hacia ahí apunta la solución que muchos proponen. Esta idea la subraya con especial interés H. Renckens: «El relato del Génesis está estructurado sobre el más estricto monogenismo. Pero esto sólo no es una prueba escriturística. La cuestión es si este monogenismo no sólo pertenece a la estructura, sino también al contenido doctrinal del re­ lato» l2. Aunque se admita que el relato sea histórico nada se dice a favor del monogenismo; ni tampoco aunque se conceda que la Biblia desconoce el poligenismo. Lo que sucede es que ambos caen fuera de su horizonte visual, cognoscitivo. Una correcta idea de la inspiración lleva a la consecuencia de que «la Biblia no adopta, expresamente, posición ante problemas en los que el autor bíblico no pudo pensar ni remotamente... (por eso) si la humani­ dad procede de una o más parejas es un problema moderno al que se ha lle­ gado mediante hipótesis y datos científicos de todo género, que anterior­ mente eran absolutamente inaccesibles. Por el solo hecho de que el relato del paraíso hable exclusivamente de una pareja humana no puede afirmarse que la Biblia tome partido ante el problema» u. Desde su propia perspectiva el autor de Gén 1-3 tenía que hablar así. Según su mentalidad cada tribu procede de un primer padre; por ello, tam­ bién la gran tribu humana. Pero le impulsan, sobre todo, motivos de orden teológico: todos participamos del primer pecado, porque es pecado de la especie humana. «El hagiógrafo presenta esta doctrina de una manera con­ creta hablando de un parentesco físico, pero tal parentesco de sangre es, ante todo, un medio de expresión para designar el parentesco en el estado de pe­ cado, bajo el cual cae todo el género humano» l4. Por ello, hay que decir que el monogenismo pertenece al contenido doctrinal de Gén 1-3 en tanto en cuanto sea necesario para explicar el pecado hereditario que afecta a toda la humanidad. Ahora bien, Adán no sólo aparece como tipo del pecado, si­ no como verdadera causa. «Esta causalidad sólo adquiere pleno valor si Adán es realmente el primer padre de todos... Si desaparece la paternidad 12. H. R enckens , Creación, Paraíso, 234. Ver 234-52. 13. Id., Ib. 244. 248 ss. 14. Id., o . c ., 249; 242 ss.

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