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E L P E C A D O O R IG IN A L . 4 9 Comencemos por señalar algunos presupuestos dentro de los cuales se mueve la discusión sobre el poligenismo-monogenismo en la Biblia. Hay que reconocer, en primer lugar, cierto inevitable anacronismo cuan­ do a los hagiógrafos se les pregunta por el origen monogenético o poligené- tico de la humanidad. Se trata aquí de una pregunta de índole científica que sólo en el siglo pasado se plantearon los hombres. Lo que decíamos ante­ riormente sobre el tema del evolucionismo en la Biblia tiene aplicación cuan­ do hablamos del monogenismo-poligenismo. Y como la Biblia ni se planteó ni podía, normalmente, plantearse el problema científico del origen del hom­ bre, no es razonable pedir a los textos sagrados una respuesta directa a la cuestión. Pero, aunque en la Biblia no puede haber una solución técnica y cientí­ fica al problema, hay que reconocer que la Escritura se mueve en el esquema mental de una visión monogenista sobre el origen del hombre. Sin embargo se trata aquí de un «monogenismo» popular, pre-científico, pre-crítico, es­ pontáneo e incluso tupido de elementos míticos. No cabe duda de que los escritores sagrados pensaban en una única pareja al inicio de la humanidad, que serían los padres de toda la familia humana: Israel es padre de todos los israelitas, Edom padre de los edomitas, Cam padre de los camitas. Tam­ bién la «tribu» o familia humana, los adamitas, han de tener un solo padre, llamado Adán y una «madre de todos los vivientes», Eva. El problema surge después, al examinar si esta forma de expresarse, estas categorías culturales en que comunican las verdades religiosas pertenecen obligatoriamente y para siempre a la profesión comunitaria de la creencia misma, de la verdad real­ mente revelada por Dios a los hombres. Para ello hay que precisar con niti­ dez la intención religiosa radical que animaba al escritor bíblico y las ver­ dades religiosas-sobrenaturales que quiso comunicar, y desglosarlas de las categorías mentales adherentes, provenientes de la cultura de entonces y, co­ mo tales, llamadas a ser sustituidas por otras, en nuevas formas de cultura, cuando el hombre disponga de ellas. La narración de Gén 1-3 sobre los orígenes del hombre son lugar privi­ legiado para estudiar la cuestión, pero también son aducidos otros textos del A.T. Veamos el resultado de las varias investigaciones. Gén 1, 26ss. es la primera narración sobre el origen del hombre. Con las «precauciones» antes señaladas podríamos preguntar hasta qué punto el texto nos ayuda a resolver el problema sobre el origen monogenético- poligenético del género humano. M. García Cordero podría representar la opinión, casi común, sobre el sentido de este texto .El origen de los seres, explicado en modo científico, es una cuestión del todo al margen de la Bi­ blia. A ésta le interesa solamente la relación religiosa del hombre con Dios. Por otra parte en Gén 1, 26ss. «Adán» tiene un claro sentido colectivo. «Lo que le interesa significar al autor parece ser simplemente que la familia hu­ 4

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