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E L P E C A D O O R IG IN A L . 47 guientes: a) decir que han existido o existen en la tierra «verdaderos» hom­ bres, es decir, hombres en sentido unívoco al «hombre» que conoce la historia (tanto religiosa como profana de la humanidad) que no sean descendientes, por generación, de Adán, protoparente único del género humano conocido por la Biblia y la tradición cristiana. O bien, otra forma: b) que el Adán de la tradición religiosa cristiana signifique una colectividad, un grupo, la humanidad plural originaria, compuesta por varias parejas humanas. Como se ve el Papa, sin mencionarlo, se decide por el monogenismo teo­ lógico estricto de que antes hemos hablado: la unicidad de pareja originaria al comienzo de la humanidad, actual-histórica. Aquella otra sugerencia sobre la existencia de unos pre-adamitas, anteriores al Adán bíblico y que se habrían extinguido totalmente, no entra en consideración. Carece de interés, para el teólogo al menos, aunque lo tenga para la ciencia. Concretando más la opo­ sición entre poligenismo y doctrina católica se señala que «no se ve, por modo alguno, cómo puede esta sentencia conciliarse con lo que, sobre el pe­ cado original proponen 1) las fuentes de la revelación (Escritura y Tradi­ ción); b) el Magisterio de la Iglesia, intérprete auténtico de la Palabra de Dios, que de hecho ha dicho ya algo sobre el particular. Ahora bien, como indicábamos al principio, el dogma del pecado original — tal como lo entien­ de y propone la Iglesia— lleva consigo toda una constelación de afirmacio­ nes previas, concomitantes y consiguientes. Por eso, es razonable preguntarse bajo qué aspecto concreto el poligenismo se opone a — y no parece conciliarse bien con — el dogma del pecado original. Indicamos ahora el punto de vista de la encíclica, dejando el comentario para más adelante. Digamos que el núcleo sustantivo del dogma, todo hombre al llegar a la existencia, se encuentra en situación de "pecado” ante Dios (pecado "ori­ ginal") no es «herido» por la afirmación del poligenismo, al menos en forma directa. Sin embargo, histórica y realmente el hecho del pecado original de cada hombre ha sido defendido por la Iglesia: a) como una situación peca­ dora que ha sido producida por la acción de un único primer individuo de la raza humana, Adán; b) que se propaga por generación a todos los descen­ dientes del mismo; c) pecado que está realmente en cada uno en sentido propio y no por mera imputación externa, impropia. Así pues, el hecho del pecado original, tal como la Iglesia lo ha entendido siempre, no parece de­ fendible si se acepta la teoría poligenista respecto al origen primero de la especie humana. Lo que debemos hacer ahora es precisar, lo más posible, el alcance o valor doctrinal de las palabras del Papa. Tal como suele hacer el Magisterio se propone más directamente lo que no debe defenderse, el poligenismo antro­ pológico. Como, en el caso, la única alternativa a la vista es el monogenismo, se comprende que los comentaristas afirmen que, con la misma seguridad con que la encíclica rechaza el poligenismo, afirmaría el monogenismo. Ahora

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