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46 A L E JA N D R O D E V IL L A L M O N T E momento el Magisterio de la Iglesia se creyó obligado a intervenir de forma más explícita y solemne en la discusión para enmarcar mejor el problema, desde su punto de vista teológico, y orientar la enseñanza e investigación de los teólogos al respecto. B.— El poligenismo en la encíclica "Humani Generis”. Entre los temas tocados por la encíclica ninguno provocó tan larga y complicada discusión — proseguida durante muchos años— como este del poligenismo antropoló­ gico con sus visibles repercusiones dentro de la enseñanza católica sobre el pecado original. Ya conocemos las palabras de la encíclica. Con ellas aquella libertad — diri­ gida y vigilada— que se les concedía a los teólogos en referencia al evolucio­ nismo antropológico sin determinaciones, se les viene a restringir ahora en referencia al evolucionismo antropológico que quiera implicar un origen poli- genético del género humano: la doctrina del poligenismo es llamada «coniec- turalis opinio», que pudiera traducirse por «hipótesis». Pero aquí hipótesis no tendría todo el prestigio que a veces tiene en el lenguaje de la ciencia, sino un sentido más débil, de probabilidad más floja: opinión (hipótesis) poco fundada y por ello ligeramente aventurada; una conjetura, base insuficiente para ulteriores investigaciones del teólogo. Los motivos de esta «imposible libertad» respecto a la hipótesis polige- nista, podrían buscarse en la índole misma de la hipótesis, ya de suyo menos probable que el simple evolucionismo, en el terreno de la ciencia. Esto lo tiene en cuenta la encíclica. Pero, los motivos positivos para negarse a dar libertad, se buscan en el terreno específico de la enseñanza teológica tradi­ cional. Dejando de lado otros matices innecesarios sobre el poligenismo las aformaciones de éste, juzgadas inaceptables por el Magisterio, serían las si- ginable con la enseñanza sobre el pecado original: A. y J. B ouyssone en DTHC 12/1 (1935) 2520-2536, proponían la hipótesis del pecado originario colectivo. El paralelismo de Rm 5, 12-21, podría referirse más a la unidad y universalidad de la culpa que a la unidad individual del pecador. A. M. Dubarle es más explícito; Les Sages d'lsrael, 19-23. En G én 3: el pecado y caída sería universal y hereditario, pero no implicaría unidad biológica de la especie humana, según la intención del narrador. Este no pudo menos de expresarse en las categorías mentales y formas culturales disponibles en su época; pero ahora no tenemos por qué seguir expresando la sustancia de la fe en esos mismos moldes. Cf. I d ., Le peché originel dans L ’Ecriture, 195. Pero, ya antes de la intervención del Papa, los teólogos, en su inmensa mayoría, se mostraban intransigentes frente al poligenismo antropológico. Significativos e influyentes en los ambientes más próximos al Magisterio romano son C. C olombo , M. F lick , H. L en - nerz . C. C olombo , piensa que el poligenismo no es científicamente inevitable y sí teoló­ gicamente indispensable el mongenismo, Transformismo antropologico, 33-42. M. F lick , juzga al monogenismo «una veritá che, per quanto non ancora solennmente definita, ha sempre appertenuto e sempre appartenerá alia fede», II poligenismo e il dogma, 563. Al historiar la década del sesenta veremos que el A. cambió ya de opinión. H. L ennerz es más taxativo: «S. Scriptura clare et explicite docet monogenismum. In explícita defi- nitione Ecclesiae monogenismus est fundamentum doctrinae de peccato originali et de redemptione», Quid theologo dicendum de Poligenismo, 434. Ver 417-34. En este con­ texto la Humani G eneris resulta moderada e incluso más abierta.

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