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42 AL E JA N D R O D E V IL L A L M O N T E Padre de la Iglesia no había tenido inconveniente en imaginar a Adán en estado infantil19. Esta solución podía pasar como posible a fuerza de distinciones teológicas y con una mentalidad fijista subyacente. Para la ciencia resultaba inestable, si bien la ciencia, como tal, nada podría decir a favor o en contra. Pero, si el evolucionismo lo vemos no tanto como una teoría biológica sobre el origen de la especie humana, sino como una «forma mentís» y una perspec­ tiva universal para contemplar la realidad entera, entonces también la his­ toria de salvación puede ser vista — en forma analógica— con mentalidad evo­ lucionista, genético-dinámica. Y en esta perspectiva resulta escasamente pro­ bable que de hecho (posibilidades teóricas aparte) Dios haya iniciado su intervención en la historia humana inaugurando la historia de salvación con la realización de lo más perfecto ya desde el principio. Dios comienza a esta­ blecer su Reino en este mundo sembrando un grano de mostaza, no haciendo brotar de la nada, en forma repentina, un árbol gigantesco. V I PO LIG EN ISM O ANTROPOLÓG ICO Y EL DOGMA DEL PECADO ORIGINAL Las dificultades que el evolucionismo presentaba al dogma del pecado ori­ ginal, aunque nuevas y serias, anteriormente las calificamos de mediatas y lejanas, aunque ciertas e importantes. Dando un paso más, veremos cómo las objeciones del evolucionismo se hacen del todo próximas y tocan ya el núcleo mismo sustantivo de la doctrina tradicional. Ello acontece cuando el evolu­ cionismo antropológico de los científicos defiende que, con mucha probabili­ dad, la aparición de los primeros hombres no hay que explicarla en el esquema tradicional monogenista de una primera pareja, que fuesen los progenitores 19. M. M. Labourdette, Le péché originel, 169-181: Señala lo que pertenece a fe en toda esta materia y su importancia para el dogma del pecado original. No hay por qué atribuir a Adán todos los privilegios que le concedía la teología medieval. Al pecar quedó en su condición «natural». Y aquí es donde comenzaría la larga marcha de recu­ peración, en plena sujeción a las leyes biológicas y naturales. Este podría ser hombre «primitivo» de los antropólogos. Todo lo anterior es «sobrenatural», inaccesible a la ciencia, que no tiene motivo para negarlo ni afirmarlo. Muy similar la solución de J. Feiner, Ursprung, Urständ, 260 ss., que cita a Labourdette. También hace suya la solu­ ción de Labourdette, L. Richard, Le Mystére de la Redemption, 221-230. M. Schmaus, Dogmática, II, 3-80. A. Haas, Naturphilosophische Erwägungen zum Menschenbild, 362-68. Pero aunque rudimentario Adán debería ser un adulto en su cuerpo y su madurez moral, según insisten M. F lic k , J. F e in e r y otros, contra Piault y alguno más, que recuerdan como posible la teoría de Ireneo sobre Adán creado en estado infantil. Los modernos discutían sobre la doble posibilidad de que el primer caso de hominización hubiera tenido lugar en un embrión, o en un antropoide adulto.

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