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3 8 A L E JA N D R O D E V IL L A L M O N T E Escritura, el recurso a los Padres en esta cuestión ha de referirse, exclusiva­ mente, a las verdades religiosas fundamentales, antes mencionadas, sobre la relación del hombre con Dios ya en los orígenes primeros, en los primeros casos de antropogénesis. En el plano científico, en el que se mueven los evo­ lucionistas modernos, los Padres no son «autoridad» ni a favor ni en contra de la posible proveniencia del cuerpo humano de organismos animales pre­ existentes, a los que, biológica y genéticamente, estuviese necesariamente vin­ culado. La relación entre el evolucionismo antropológico y el Magisterio de la Iglesia por estos años y en la década siguiente, hasta el día de hoy, viene determinada por las palabras, ya citadas de la «Humani Generis». A ellas, pues, hay que referirse, ya que desde entonces no ha habido, al respecto, intervenciones doctrinales de una solemnidad y peso comparable al de dicha encíclica. Atendiendo a las palabras del Papa y a los comentarios surgidos en torno, podríamos proponer estas conclusiones: el evolucionismo antropo­ lógico limititado a explicar el origen del organismo humano parece que, desde ahora, ya no volverá a ofrecer problemas serios cuando se le quiera armonizar con las conclusiones ciertas y controladas de la teología. E l paso decisivo no se ha dado por las vías del concordismo, según pretendieron durante decenios los apologistas católicos. La solución — en la medida de lo posible a la ciencias humanas— vino cuando se vio con claridad la diversa perspectiva, intención y finalidad radical proseguida por el narrador de Génesis y por el investigador moderno .Entonces se delimitaron los campos, se distinguieron los saberes por su objetivo formal y, con autonomía y bajo su propia respon­ sabilidad, cada ciencia aportó su punto de vista a la solución integral del problema sin interferencias conflictivas. Bajo otro aspecto contribuyó el Magisterio de la Iglesia a la solución del problema del origen del hombre: insistiendo en la historicidad real y verda­ dera de la narración de Gén 1-3; si bien la historicidad esta tuviese una peculiaridad innegable que habría de matizar. Mientras llegaron las precisio­ nes de los investigadores, la conciliación de la historia de Adán y su situa­ ción paradisíaca seguía ofreciendo dificultades a los defensores de un evolu­ cionismo antropológico realista y consecuente, según veremos. F .— Evolucionismo antropológico ante la teología sistemática. La teología sistemática o científica, además de los motivos que pudieran tener los exegetas y los cultivadores de la teología patrística, podía presentar algunos aspectos nuevos en la discusión sobre el evolucionismo. En forma sintética podríamos decir que las dificultades específicas de la teología sistemática provienen de la posibilidad o no de encuadrar el evolucionismo dentro de la analogía de la fe, es decir, dentro del contexto más amplio de las verdades reveladas o, al menos, admitidas como seguras por la Comunidad de los creyentes. Como hemos indicado más arriba el grupo de verdades, sin duda, afecta

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