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3 6 A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E Mencionemos también otro tema anejo a este del origen del primer hom­ bre cual es la explicación que Gén 2, 18-24 ofrece sobre la aparición de la primera mujer. E s tan sorprendentemente ingenua que ya en la antigüedad fue objeto de numerosas interpretaciones místicas y alegóricas. Ante la cien­ cia antropológica moderna, además de ingenua, la narración no podía menos de resultar mítica, según confirmaba el estudio literario del texto en la lite­ ratura comparada. E l Magisterio de la Iglesia había intervenido en la discu­ sión insistiendo en que Eva fue formada por Dios «ex primo homine» *3. Sin embargo, los exegetas habían encontrado ya una interpretación menos litera- lista, más amplia, más teológica y menos comprometida y comprometedora frente a las afirmaciones de la teoría evolucionista. J. De Fraine resume así el estado de la cuestión: En el texto se quieren expresar estas tres ideas: la unión y amor entre marido y mujer, pues son una sola carne; la igualdad natural del hombre y la mujer; y cierta dignidad especial del varón como cabeza de la mujer (Ef 5, 23). Se trataría de una narración popular que pro­ pone una explicación etiológica de la relación matrimonial entre el hombre y la mujer. No hay «ninguna alusión ni prueba que permita establecer bioló­ gicamente con exactitud cómo fue "«sacada” la "mujer” del hombre». «El autor sagrado apenas concede valor al aspecto corporal de la relación de origen que une la mujer al hombre» H. La conclusión a que se había llegado en este punto podría resumirse en estas palabras de /. M. González Ruiz: «En Gén 2, 7 no se afirma nada sobre el modo cómo Dios formó el cuerpo del primer hombre y, por lo tanto, el relato genesíaco no se puede aducir ni a favor ni en contra del transformismo ya que su verdadero sentido está en un plano superior, trascendente, que nada prejuzga la solución científica del problema evolucionista. El evolucionismo y la Biblia siguen dos caminos paralelos y jamás podrá encontrarse ni interferir- se» 15. Si nos es lícito añadir alguna precisión habría que decir que el evolu­ 13. Así lo exige la Comis. Bíblica, pues «formatio primae mulieris ex primo homine», es una de las verdades «quae christianae religionis fundamenta attingunt», DS. 3514. Man­ tienen interpretación más estricta J. de Aldama, El evolucionismo antropológico, 241, 245, 250. M. Flick - Z. Alszeghy, Los Comienzos, 325-29. Cf. nota siguiente. 14. J. de Fraine, La Biblia, 69. Ver 59-73. C. Vollert, Evolution and the Bible, 97-106. Amplia explicación en L. Arnaldich, E l origen del mundo, 115-32. H. Renckens, Creación, Paraíso, 208-35, con comentario al decreto de la Comis. Bíblica. Ch. Hauret, DBS V I 908-26, mantiene que Eva viene «ex Adamo» si bien lo principal será siempre el contenido teológico de la narración, 223. 15. Contenido dogmático de la narración de Gen. 2, 7 sobre la formación del hom­ bre, 43. Ver 399-439. L. Arnaldich, E l evolucionismo en el relato del Génesis, 109-54: «El trabajo exegético que hemos llevado a término nos permite formular ciertas conclu­ siones que necesariamente tienen que rozar con aquellas a que llega la hipótesis tras- formista: 1) en los textos relativos al origen de Adán y Eva, el autor sagrado única­ mente afirma el hecho de su creación, en la cual intervino Dios de un modo especial; 2 ) las circunstancias sobre el modo de la creación de ambos entran en la mente del hagiógrafo como medios de expresión literaria sin correspondencia a una realidad obje­ tiva histórica; 3) no se especifica la naturaleza de la materia sobre la cual obró Dios

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