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E L PECADO ORIGINAL. 3 3 C.— Cómo afecta el evolucionismo al dogma del pecado original. Por lo dicho se percibe la importancia que el tema del evolucionismo antropoló­ gico adquiere dentro de la antropología teológica en general. Pero conviene explicar más de cerca cómo el evolucionismo podría afectar al tema del pecado original que nos ocupa. La relación entre pecado original y evolucionismo es indirecta, mediata; pero cierta e importante. En efecto, el dogma del pecado original en cuanto tal, se refiere a la afirmación de que todo hombre, al llegar a la existencia, se encuentra en situación pecadora ante Dios. De inmediato, pues, queda a un lado la cues­ tión de si los hombres aparecen en la tierra por evolución o por otro pro­ ceso. Sin embargo, la doctrina del pecado original explicada en su concepto integral, aludido al principio, implica la doctrina sobre el estado de justicia original (el estado paradisíaco de Adán y Eva) y del pecado originante de la situación pecadora de la humanidad entera. Y en este momento el encuen­ tro conflictivo entre la visión evolucionista sobre el origen de la humanidad y la perspectiva teológica tradicional parecía inevitable y de hecho se pro­ dujo. Porque en una visión evolutiva sobre el origen de la especie humana es indispensable pensar que los primeros casos de hominización, los primeros hombres surgidos de la promoción evolutiva-creadora, realizada sobre un an- tropoide, habrían de dar por resultado tipos humanos muy rudimentarios, tanto en su morfología y estructura orgánica, como en las actividades espe­ cíficamente humanas, espirituales que, de algún modo, comenzaron ya a ejercer. E l primer hombre que surgió sobre la tierra habría de ser — por Dios sobre el organismo h u m a n o para disponerlo se sigue defendiendo por estos años, c o m o más conforme a las directrices del Magisterio. Así J. de Aldama, El evolucionismo antropológico ante el Magisterio, 247-50. M. Flick - Z. Alszeghy, Los comienzos de la salvación, 303-325. Ch. Boyer, art. cit., 41-46. R e s u m e bien los motivos teológicos M. Cuervo: «Por razón de los mismos principios constitutivos del hombre, de su elevación al orden sobrenatural, de su constitución en el estado de inocencia en el m o m e n t o mismo en que empezó a ser, de la trascendencia y libertad de la acción divina, de la subordi­ nación de todas las cosas al hombre c o m o rey de la creación, y de la misma evolución que no puede limitarse a un solo caso particular, preciso es decir que el cuerpo del hombre fue inmediatamente formado por Dios, y no por evolución de otros seres infe­ riores», Evolucionismo, monogenismo, 225. También M. D. Philippe ve similares difi­ cultades teológicas en el evolucionismo antropológico: creación especial del primer h o m ­ bre, de la primera mujer, unidad del género humano, perfección «peculiarísima» de Adán, La doctrine de l ’évolution, 193. Ver 189-95. Otros piensan que no es necesaria tal «especial» intervención que tenga por término el organismo en orden a humanizarlo. Así E. Aguirre, E l problema de la antropogénesis. II: Reflexiones sobre nuestro cono­ cimiento, 446-8. Ver 381-448. J. J. Moore, The Darwin Centenary and the Theologian, 128-30, tampoco cree necesaria esta «especial» acción. Ver 117-30. V. Marcozzi sigue la opinión más tradicional, fundado en las declaraciones de la C o m . Bíblica, Los orígenes del hombre, 176 ss.; a pesar de que él es un científico. E n todo caso el tema de la inserción de la acción creadora de Dios en el proceso evolutivo sigue ofreciendo dificul­ tades. Ver I. J. Sagúes, De Deo creante, nn. 506-36. M. Flick-A. Alszeghy, L os co­ mienzos de la salvación, 276-333. Idem, Antropología Teológica, nn. 243-83. K. Rahner- P. Overhage, El problema de la hominización. Estudio teológico de Rahner, 19-84. 3

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