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EL PECADO ORIGINAL. 31 M. Alessandrini, desde un punto de vista estrictamente científico, tam bién insiste en la inseguridad, todavía, de la explicación evolucionista: «De bemos confesar que la teoría de la evolución no está demostrada». En el estado actual de la ciencia debemos decir que la Evolución es posible, «pero, mientras no haya más pruebas, sería anticientífico admitir esta teoría como un hecho demostrado» 1. De nuevo unas palabras de P. Overhage podrían resumir la situación del problema en aquellos años: «No puede, pues, darse un assensus firmus a la evolución; ya que, al no poder ser observada en forma directa y exacta, en el fondo no puede ser más que una hipótesis. Sólo mediante argumentos indirectos puede adquirir verosimilitud y seguri dad práctica. Por ello no es posible concederle un asentimiento sin reservas y seguro a una evolución universal que incluya también al hombre». Para terminar, el testimonio del prof. V. Marcozzi, cuya competencia en el tema era muy valorada: «La evolución, en lo que respecta al cuerpo humano es, en el estado actual de las investigaciones antropológicas, científicamente pro bable, pero no está demostrada. Esta es la posición adoptada por mí en to dos mis escritos» 8. No obstante la actitud fluctuante de los representantes de la ciencia la mayoría de los teólogos de este período iban adoptando, paulatinamente, una actitud de razonable apertura ante el evolucionismo. Por una parte, se abstenían de dar al evolucionismo antropológico aquella indudable seguri dad que le atribuían ciertos entusiastas admiradores. Pero, por otro lado, lo trataban como una hipótesis seria, muy fundada, digna de ser tenida en cuen ta por la teología más crítica y exigente; hipótesis que podría pasar ya a la categoría de teoría, moral y prácticamente segura, inevitable y de certeza muy superior a la de cualquier otra explicación —-de tipo fijista— que pu diera oponérsele9. No corresponde a la teología juzgar los testimonios de los científicos referentes al evolucionismo en general y al antropológico en particular. Pero, sí conviene cionar las diversas opiniones sobre el origen del hombre, 212 ss., concluye que el evolu cionismo respecto del cuerpo humano, «no pasa de ser una hipótesis, avalada por indi cios científicos», 223. 7. M . Alessandri, L ’Evoluzionismo, 244. Ver 238-44. En el mismo sentido otro estudio: L'uomo e la sua origine, 503-14. V. A nderez Alonso, Hacia el ori¿en del hombre, sigue a Marcozzi y a Leonardi al valorar el evolucionismo antropológico como hipótesis probable, no segura, pero seria, 341-44. Es esta una obra muy documentada en la que se analizan, sintetizan y valoran con equilibrio los datos disponibles en aquel entonces. 8 . El texto de P. Overhage, Um die Gewissheit der Evolution, 206. Para V. Mar- cozzi, Los orígenes del hombre, 68. 9. Conceden escasa probabilidad al evolucionismo antropológico I.-J. Sagües, De Deo creante et elevante, nn. 506-536. X. de Abarzuza, De Deo creante et elevante, 309- 310. Ch. Boyer, L ’évolutionisme à la lumière de la philosophie, 37-47. Desde el punto de vista estrictamente científico A. Roldan representa una corriente que lo ve improbable, en referencia ala macro-evolución y, por tanto, alhombre: Evo-
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