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E L PECADO ORIGINAL. 2 7 nismo mitigado es aquél que, por principio, no excluye la intervención de un Ser Trascendente en el comienzo absoluto de los seres (creación de la nada), ni su concurso y cooperación trascendente en el dinamismo y desarrollo del cosmos, ni la acción especial del mismo en la aparición del hombre sobre la tierra. Se trata, pues, por parte de la ciencia de un «no-excluir», no de postular o exigir positivamente dicha intervención en cualquier momento. E l evolucionismo, en sentido propio, es una teoría biológica basada en la evolución de los seres vivos. Por extensión, en sentido más amplio, puede hablarse de evolución en el campo de los seres no vivos y de todos los seres creados, en general, según decíamos anteriormente. La base de esta aplica­ ción analógica del concepto de evolución es el hecho de que toda realidad finita está sujeta al cambio y transformación. Por su parte el evolucionismo, en sentido propio, aparece limitado, en el margen inferior por el problema de la apari­ ción de la vida misma y por la pregunta de cómo se llegó desde la materia no-viva a la vida. Y en su margen superior por el problema del origen del hombre, en cuanto es — a todas luces— un viviente «cualificado» dentro del conjunto de los organismos vivos. Desde el punto de vista teológico en que nos movemos aquí, la cuestión de la distinción entre la materia y la vida, la explicación de cómo se dio el paso o salto desde la cosmogénesis a la biogénesis, no interesa, de modo inmediato, al teólogo. Si hay o no hay una distinción cualitativa, específica (en sentido filo­ sófico) entre el no-viviente y el viviente, y si se precisa una intervención «nueva», especial, del Señor trascendente para saltar desde la inerte materia a la vida, son temas que competen a la reflexión filosófica. Que los seres vivientes difieran espe­ cíficamente o no de los seres materiales, es decir, el tema de la distinción entre la materia y la vida, no se ve cómo afecte a ninguna de las verdades que Dios nos ha revelado para nuestra salvación '. En referencia al evolucionismo biológico, al origen, desarrollo y cambios sufridos por los organismos a través de épocas geológicas, puede el teólogo desentenderse tranquilamente de cualquier intervención directa en las discu­ siones. Son problemas exclusivamente científicos que no se ve qué relación pudieran tener con las verdades de salvación. Sin embargo, dadas las evi­ dentes analogías que existen entre la vida de los vivientes inferiores y la vida humana es inevitable que se llegue a proponer el problema del origen de la vida humana en perspectiva evolucionista. Entonces, en el momento 1. Como el tema no tiene interés para nosotros, nos remitimos a algunos estudios que reflejan la opinión de aquellos años: Ch. Boyer, U évolutionisme à lumière des prin­ cipes pbilosophiques, 37-47. J. M u ño z , Origen del primer viviente orgánico, 208-228. Idem, ¿Cómo nació la vida? E. P onz Piedrafita, El nivel entre lo físico y lo biológico, 282-306. A. Haas, La aparición de la vida, 58-106. A. G. van Mei.sen, Philosohical As- pects of Evolution, 57-80. F. Ruschkamp, ¿De dónde procede la vida?, 157-88; quien postula, en todo caso, el poder creador de Dios, 186.

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